Nací un sábado a la tarde de un 24 de septiembre mediados los setenta, justo para una ducha, vestirme y largarme de fiesta con amigos a un bar de la luna, de donde ya no he bajado. Fui el quinto hijo de una representante de baterías de cocina y un humilde profesor de autoescuela que, conduciendo conduciendo, se perdió tras las curvas de la muerte hace ya once años.
Cuenta mi madre que nací riendo, no porque me faltaran ganas de llorar, sino porque sentía vergüenza de no guardarlas para más adelante, cuando la vida soltara bofetadas en serio. Cuenta también a veces que debía haberme llamado Víctor Raúl, pero mi padre, tras energúmena cogorza, me inscribió en la partida de nacimiento con su propio nombre: Pedro. Luego fui creciendo y leyendo a hurtadillas, bajo las mantas. Ahí nacieron mis ojeras, que ya jamás me abandonaron. A los doce años soñé que era escritor, y en ello sigo, tantos poemarios (y algunos premios literarios) después, entre otros: El frío, Alquiler a las afueras, Laura y el Sistema o La amplitud de una nevera americana. Hace poco publiqué mi primera novela, El secadero de iguanas, de la que parece que harán una peli pronto. Y aquí sigo: leyendo, escribiendo, viviendo sin descanso. En la luna siempre.
Pedro Andreu
Tras publicar con Frida sus dos poemarios Laura y el sistema (6.000 unidades vendidas), La amplitud de una nevera americana (4.000 unidades vendidas) y su novela El secadero de iguanas, Frida Ediciones reedita y actualiza su primer poemario, Anatomi´a de un a´ngel hembra, con perspectivas de venta acordes a sus anteriores obras con Frida.
“Vais a llorar, reír, e incluso es probable que en algún momento os excitéis. Os aviso que este libro es un seísmo constante, un golpe encadenado de otro golpe, un abrazo por la espalda, una juventud robada, un alma de terciopelo, un sexo liberado, una bala en la recámara, un intento de suicidio en cada estrofa. Pero no os harán falta pastillas, vais a poder dormir tranquilos, aunque ya nunca seréis los mismos”.
Diego Ojeda