Tengo la extraña sensación de haber abordado este problema en distintas ocasiones; es posible que se relacione con otros temas que me hicieron perder la inocencia y me confirmaron que las casualidades no existen. No voy a poner el corazón al frente de mi conciencia, pero la dignidad heroica se nutre de la sensibilidad ante los desmanes. A España hay que defenderla desde nuestra autoestima. Lo que acabo de escribir es fruto de mi pensamiento, es decir, de la acción de pensar en algo que se presenta como natural e inamovible, sobre lo que no tengo autoridad ni decisión. Pero el sentimiento, que es anterior al poder de pensar, estalla en mis adentros ante el deshonor y la humillación. No quiero aceptar los hechos, me rebelo ante los sucesos acaecidos y mi interior reclama la rectificación, el movimiento en contra de lo que se pueda aún salvar. Me refugio en la creencia de que nada sucede una sola vez, el universo viaja y vuelve a pasar por los mismos caminos que un día fueron adversos. Todo se repite, actuemos en sentido contrario del que nos fue desfavorable. Se me dirá que esto del sentimiento está muy cerca del sentimentalismo pringoso y llorón, más no es así, hay realidades que ofenden y hay sentimientos que gritan.
