La neuroanestesia, al igual que las dem s subespecialidades, ha evolucionado a trav‚s de los a¤os. Desde la primera demostraci¢n de la acci¢n del ‚ter en 1846, y posteriormente la del cloroformo en 1847, la anestesia se dio a conocer en todo el mundo. Sin embargo, en relaci¢n a la anestesia para los procedimientos neuroquir£rgicos, hubo un avance y una aceptaci¢n m s lentos, probablemente porque ya se sab¡a que el cerebro no posee terminaciones nerviosas para el dolor y que, por lo tanto, acceder a la inconsciencia no resultaba tan necesario. Uno de los primeros neurocirujanos, Victor Horsley (1857?1916), quien profundiz¢ en el conocimiento de la neurofisiolog¡a, investig¢ los efectos que los diferentes anest‚sicos ten¡an sobre el contenido craneano. Concluy¢ que el ‚ter, por sus propiedades hipertensivas, causaba un mayor sangrado, v¢mito posoperatorio e inquietud posquir£rgica, por lo que su uso en neurocirug¡a deb¡a ser proscrito. En contraste, consider¢ que la morfina, al no aumentar el flujo sangu¡neo cerebral, era m s adecuada, aunque la limitante estaba dada por los efectos de depresi¢n respiratoria q