PRISIONERO EN LA CALLE

PRISIONERO EN LA CALLE

Editorial:
ESPACIO CULTURA
Año de edición:
ISBN:
978-84-938089-2-1
Páginas:
156
Encuadernación:
RÚSTICA
Disponibilidad:
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Prisionero en la Calle.

PRESENTACIÓN

“El tiempo perdido no se recupera jamás, pensó Manfredi, pero en esa terrible nostalgia, siguió pensando, reside la esencia creativa de todas las malas baladas, de las afectadas y las cursis, “las que nos niegan”, pero, también, de aquellas que más nos gustan y se nos pegan en la memoria y acabamos tarareando o verdaderamente cantándolas en la privacidad del cuarto de baño, en la cama, en el asiento trasero del microbús, en las horas en que el cuerpo no nos da para más y podemos tolerar únicamente ciertas sensaciones, inocuas melodías y no pensamientos, ni ideas, ni proyectos. Que tengo el corazón en carne viva, que yo no sé olvidar como ella olvida, que no sé dar un paso, que nada me interesa, sin ella, ¡sin ella! cantaba Raphael por la radio. Qué nombre el suyo, se atrevió a pensar un poco más ese díaManfredi. Manfredi Otárola. Sonrió al recordar el sobrenombre que le habían puesto los muchachos en la oficina, My friend. Maifrén, como sonaba. “Mi amigo”, pero en inglés, porque también le decían gringo, a él que era más peruano que la pobreza y la mala reputación y el color guinda del pasaporte nacional.”

De Prisionero en la calle, Juan Carlos Mústiga.


AUTOR

Juan Carlos Mústiga

(Lima, 1958) - ha publicado los libros de relatos A Pulmón (Editorial Arcadia, 1986) y Una moral inquebrantable (Editorial Arcadia, 1987) y las novelas Tormentos deliberados (Ediciones Los frailes negros, 1996) y Manual de pistola automática (Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2005). Ha publicado asimismo, en el año 2006, un libro de crónicas sobre los orígenes de la caza submarina en el Perú denominado Cuadernos submarinos con la editorial Nido de cuervos. En la actualidad prepara un nuevo volumen de relatos.

Apareció pequeño y grotesco como la imágen de un duende en medio de la bruma, entre los árboles, feroz y decidido para la batalla. Comenzaba a clarear y ya intuía por donde iba a aparecer su enemigo, se agazapó y avanzó con sigilo con los puños apretados, veía la pequeña que formaba delante de él su respiración hasta que esta desapareció contra la textura áspera de una chaqueta a cuadros, entonces estiró el brazo con fuerza y estampó su puño contral lo que intuía era la cara.