AMAPOLA Y LA LUNA

AMAPOLA Y LA LUNA. CUANDO LA PEQUEÑA AMAPOLA SE PIERDE MIENTRAS JUEGA AL ANOCHECER, LA LUNA BAJA DEL CIELO PARA AYUDARLE A VOLVER A SU CASA

Editorial:
EDICIONES EN HUIDA
Año de edición:
Materia
INFANTIL Y JUVENIL
ISBN:
978-84-945329-2-4
Páginas:
120
Encuadernación:
Rústica
Disponibilidad:
Disponible en 1 semana

10,00 €

Cuando la pequeña Amapola se pierde mientras juega al anochecer, la Luna baja del cielo para ayudarle a volver a su casa.

Buscando el camino, se encuentran con el Niño Paloma, un niño perdido que no recuerda dónde está su familia.

La Luna ve una hoguera en la calle, donde alguien prepara la cena. Es una viejecita que les invita a tomar en su casa una sopa caliente. Pero los niños, tras tomarla, se duermen y la Luna ve como la vieja va a un destartalado almacén.

¿Qué tratos se traerá la vieja con el extraño dueño del almacén? ¡Los niños están en peligro!

Solo un cazador de palabras puede ayudarles…
La amistad, el ingenio y la magia de las palabras, ¿serán suficientes para acabar con éxito esta peligrosa aventura y regresar sanos y salvos a sus hogares?



Poco habitual, la escritora ponferradina, Elisa Vázquez nos adentra en un tipo de cuento original para niños con historias que “llegan a ser”
Existen autores que, partiendo de lo mejor del cuento clásico, fabrican algo nuevo, original y completamente moderno. Esto, en el campo del cuento catalogado como para niños, no es algo tan habitual de encontrar y aún menos en El Bierzo. Ese es el caso de la ponferradina, Elisa Vázquez.

Siguiendo a Greimas y el excelente prólogo de Teresa Durán en ‘A las buenas y a las malas’, es posible dividir a los protagonistas de los relatos a través de tres ejes esenciales: los que son, los que saben y los que hacen. De ahí que la escritora Teresa Durán señale que es sumamente interesante el proceso que lleva al «llegar a ser» por parte del héroe del relato, quien en el origen del cuento nunca es, sino que llegará a ser.

Elisa Vázquez sigue este proceso, por el estudio o por la intuición, pero el caso es que lo logra con asombrosa maestría.
Su primera obra, Doña Chancleta y el cohete lavadora (Hontanar, 2010), nos presenta a una heroína de cuento un tanto diferente: «Doña Chancleta es una señora gorda, rubia y coqueta. Tiene los ojos preciosos y el pelo largo y rizado, recogido en un moño alto sobre su cabeza».

En principio, el personaje pudiera parecernos todo lo contrario a una princesa de cuento, de hecho, su aspecto parece de lo más normal, pero hay algunos detalles que no cuadran y descolocan al lector: es gorda pero es coqueta, tiene moño pero unos ojos preciosos, es una señora pero tiene el pelo largo y rizado. Elisa recoge el mito de la feminidad, tan estudiado en el cuento tradicional, y le da una vuelta sorprendente, puesto que el viaje de la heroína hacia las estrellas lo va a hacer en su vieja lavadora convertida en cohete. El paso de una existencia rutinaria a otra extraordinaria representada en ese ama de casa que un buen día quiere alcanzar las estrellas y fabrica un cohete con su vieja lavadora es un gran acierto. Se introduce, de este modo, lo maravilloso en la existencia cotidiana, conectando con la esencia del cuento clásico y con los autores más modernos que han imaginado viajes extraordinarios para huir de una realidad monótona y aburrida.

El viaje de Doña Chancleta acaba de comenzar.

Llegará a un planeta extraño en el que encontrará a Fogsi, un personaje entrañable, un ser desvalido e inteligente, que inaugura una tipología de personajes que aparecen en el resto de las obras de Elisa.

De alguna manera, Doña Chancleta es el hada, la heroína que ayuda a Fogsi a encontrar a su familia superando toda clase de contrariedades.

Doña Chancleta, como el hada, participa del ideal de lo bueno y de lo bello. Los ñugs, representan lo mismo que la bruja en el cuento tradicional, esto es: la muerte, el castigo, la opresión, la reversión del ideal soñado. Quizás por eso, Doña Chancleta, como el resto de libros de Elisa, puedan leerse desde la perspectiva del niño, pero también del adulto. Resulta reconfortante que, luchando contra la progresía tradicional muy presente en la escuela española, el papel del bien y del mal haya sido perfectamente entendido por la escritora ponferradina en toda su hondura y profundidad.

Su siguiente libro, La pócima mágica (NubeOcho, 2014), bellamente ilustrado por Joao Valente, inaugura una serie protagonizada por dos personajes tan simpáticos como entrañables, Lucy y Pepón. Estos dos chicos no son normales pero es que, como dice Elisa, la normalidad está sobrevalorada.

Lucy es pequeñita y Pepón es muy alto. Ambos tienen características que no se corresponden con su edad, son distintos, y ello hace que los ‘normales’ los rechacen y se burlen de ellos.

Pero Lucy y Pepón son algo más. Sus peculiaridades les hacen ser blanco de las burlas de sus compañeros pero también son objeto de la ayuda de un personaje femenino inesperado, una de esas «hadas» en forma de profesora nueva, Melinda. Y ese hada les invitará a entrar por una puerta mágica que se halla tras una colchoneta del gimnasio y que solo se abre a una hora determinada.

Por ahí pasarán al mundo mágico de Montecorona, justamente de la mano de Melinda, su mágica profesora. De nuevo, la conexión de Elisa con el cuento clásico, que la escritora consigue renovar con frescura y modernidad.

No es raro que se acuse al cuento clásico de machismo, máxime en tiempos de ignorancia como los presentes. Autoras como Elisa han comprendido la genial sabiduría del cuento tradicional y su tratamiento del mundo femenino. Melinda representa la vida, la mujer que con su inteligencia introduce a los niños en un mundo maravilloso en el que se descubrirán a sí mismos y su potencial. Cuando salgan otra vez por la pequeña puerta a su escuela se darán cuenta, como todo viajero, que ya no son los mismos y que, al fin y al cabo, ser normal está SOBREVALORADO.

En Regreso a Montecorona (NubeOcho, 2014), Lucy y Pepón deberán viajar de nuevo a El País de Siempre más Lejos, donde se ubica no solo la villa de Montecorona sino también el poblado de Los Contadores de historias, el Lago de Niebla o el Bosque del Reino de los Orbes.

La poesía , el misterio y la magia de la serie de Lucy y Pepón se incrementa. La autora profundiza en la fantasía de ese nuevo mundo que ha creado y en el que tanto yo mismo como cualquier lector de Elisa, queremos seguir entrando cuantas veces se digne invitarnos.

La creación de lugares imaginarios tiene una larga tradición en la literatura. Podría mencionar Narnia, El País de Nunca Jamás, La Tierra Media, El País de las Maravillas de Alicia, El colegio de magia y hechicería Hogwarts…El Reino de Elisa participa de esa magia, de esa tradición, hunde sus raíces en ella, pero crea su propio mundo.

El entorno de la escritora berciana se nutre de magia pero también de humor, de aventuras con un matiz de ternura. Es un Reino de corazón y en él late la experiencia de un alma grande.

Es un privilegio para mí haber tenido la oportunidad de adentrarme en él y espero, como el resto de sus lectores, con avidez, la tercera parte: La hechicera oscura, que promete más aventuras, magia y misterio.

Amapola y la Luna (En Huida, 2016), con la participación de la estupenda y sutil ilustradora Ana Gaztelumendi, cambia el registro de la autora. Se trata de una obra más social, de denuncia de una situación tremenda que sufren algunos niños. Pero como no podía ser de otro modo, Elisa lo hace con una ternura y una finura envidiables. Así en la novela aparecen algunos elementos, de nuevo, tradicionales: el ogro y la bruja, Ilutina. Y a la vez, un personaje con el corazón de El Principito, el Niño Paloma, y otro de igual fuerza, con el alma de león de un príncipe de cuento, El Cazador de palabras.

Con los mismos, Elisa elabora una trama casi detectivesca, en la que se inicia una aventura para rescatar a los niños esclavos, a los que el ogro y la bruja, mantienen secuestrados en un sótano al servicio de otro personaje siniestro: El Varano, la personificación de la corrupción política, despiadado y malvado, un verdadero brujo siniestro.

La introducción del elemento maravilloso, la Luna, ayudando a Amapola y a los niños, con sus rayos, no es más que la Iluminación de la Razón en la sinrazón de la explotación infantil.

Los ojos de un niño o de una autora con alma de niño, como Elisa, lo convierten en una historia maravillosa, llena de luz, de alegría y de amor. Una espléndida obra llena de belleza y fantasía. Amapola es una princesa y, como tal, sus ideales tienden a lo bello, a lo verdadero, a lo extraordinario y maravilloso. Ilutina es una bruja explotadora. Como el ogro y el Varano, representan lo malo, el poder, la codicia, la mezquindad. El Cazador de Palabras es el príncipe y, junto con Amapola y la Luna, iluminan el camino verdadero, que es el de la vida.

Mantener los personajes del cuento clásico, dotándolos de renovado vigor y de frescura, como hace Elisa Vázquez, la convierten en mi opinión, en una referencia del cuento para niños en la actualidad. Además, sus libros, están dotados de todo lo que hace a un libro intemporal, lo que los hace aptos para cualquier tipo de público.

Como señala la escritora Teresa Durán: «Fecundemos lo nuevo con lo mejor de lo viejo, para que lo nuevo llegue a ser ‘añejo’».
Esto es lo que hace, con singular soltura y entendimiento, nuestra escritora Elisa Vázquez.”

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