José María de Areilza (1909-1998) y Eva Perón (1919-1952). Tan distintos y, en el fondo, tan parecidos. El desencuentro entre dos personajes de semejante talla resultaba inevitable desde el mismo momento, verdaderamente crítico para una España ambrienta y aislada internacionalmente, en que el embajador Areilza desembarcó en la Argentina gobernada ya con mano firme por el matrimonio Perón. Una hostilidad mutua e irrefrenable que del plano estrictamente personal terminó por extenderse al político y diplomático, poniendo en grave peligro las privilegiadas relaciones comerciales entre ambos países que Areilza había contribuido a consolidar.