Hacer poesía, convertir en palabras la emoción, le proporciona a Rosa María Martínez una especie de liberación con la que logra sosiego y serenidad. La poesía se convierte así en una ayuda, en un elemento clarificador del sentir. De aquí deriva la concepción de poesía como "bálsamo", como palabra obligatoriamente esperanzadora y cargada de vida. También expresa la autora cuáles son sus sentimientos a la hora de escribir: sensación parecida a irse quitando el ropaje hasta estar desnuda. Y ante esta desnudez, que la hace vulnerable, aparece el temor: temor a herir y a ser herida, junto con la consistencia de precisar del calor de los otros, de los amigos, de los más íntimos.