Después del choque inicial de Covadonga, vendrán las órdenes de caballería españolas, los almogávares, los tercios…, todos ellos fueron estructuras militares dotadas con el espíritu de “pueblos centinela”. Este espíritu de caballería es el fundador del Imperio y deriva de la naturaleza eminentemente campesina de España.
Para Carlos X. Blanco, la idea spengleriana de “centinela” se aplica a los pueblos ibéricos del noroeste de la Península Ibérica. Después del choque inicial de Covadonga, vendrán las órdenes de caballería españolas, los almogávares, después la Orden del Toisón de Oro, los tercios, esto es, los mejores regimientos de infantería de los siglos XVI y XVII, etc., todas ellas fueron unas estructuras militares dotadas con el espíritu de “pueblos centinela”. Este espíritu de caballería es el fundador del Imperio y, en el lenguaje de Oswald Spengler, el cual Carlos X. Blanco hace suyo al aplicarlo a la materia que es la historia de España, consiste en un espíritu propiamente “fáustico”. Deriva este espíritu fáustico de la naturaleza eminentemente campesina de la España de los pueblos del Noroeste, de su lealtad a la institución de la propiedad de la tierra de la hacienda que se ocupa de la agricultura y la ganadería y, por lo tanto, una concreción fundamental en oposición, quizás, a la otra España, más urbana, más civilizada (en el sentido negativo que Spengler le da a la palabra “civilización”). Pero sin la contribución de esta cultura fundada en la tierra (foncière), fáustica, sin esta aspereza rural, España no habría conocido su gloriosa historia.
Robert Steuckers (del prólogo)
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