De modo semejante a como el campesino en otoño echa la semilla en la tierra, nosotros ponemos nuestra semilla en el campo de nuestra vida, en nuestra alma. Cada pensamiento es un grano de semilla.
Tu nuevo día se te muestra en múltiples situaciones e instantes, en los agradables y en los menos agradables. Tu día te trae, sin embargo, sólo aquello que tú mismo has grabado en tu interior en esta encarnación o en encarnaciones anteriores – esto es, tus pecados, lo que todavía no ha sido purificado ni trabajado por ti.
Querido hermano, querida hermana, igual sea lo que el día de hoy te traiga - algo sí es seguro: En todo está la ayuda de Dios, pues Dios, la fuerza omnipresente de nuestro Padre, está en todo y con todos – también contigo. No hay nada que exista fuera de Dios. En todo y en todos está Dios, la fuerza que todo lo vivifica y todo lo atraviesa. Dios es ayuda, es amor, es conducción.
El camino al Yo eterno empieza con el vencerse a través de la fuerza del Cristo de Dios. Sólo con la fuerza de Cristo superamos nuestra vida. No desaprovechemos nuestra vida sólo con un modo de pensar egoísta y humano, y con su correspondiente modo de actuar, sino que esforcémonos en ver lo que está detrás de nuestra propia fachada, interiorizándonos y preguntándonos a menudo: «¿Qué está pasando ahora en realidad? ¿Qué estoy pensando, qué estoy sintiendo, ante qué estoy reaccionando?», así damos un paso para salir de la superficialidad.
