Desde la publicación de David Golder, que marcó el comienzo de su carrera literaria, Irène
Némirovsky fue unánimemente admirada por su lucidez y su maestría para captar las debilidades
y flaquezas de la naturaleza humana. Este libro reúne, por primera vez, una selección de su narrativa
breve, en la que se vislumbran muchas de las circunstancias clave de su vida, como los efectos
de la guerra o el desarraigo, así como la petulancia y el engreimiento de cierta burguesía parisina,
cuyos salones frecuentó.
En la historia que inaugura el libro y le da nombre, una hija desafía a su madre en el seno de una
familia en la que imperan la falsedad y la hipocresía, un motivo que Némirovsky trató también en
El vino de la soledad o en esa joya literaria que es El baile. Otra de ellas, titulada Aïno, describe el
despertar de la imaginación novelesca de una adolescente de quince años en el contexto de las
aldeas arrasadas durante la revolución rusa y la guerra ruso finlandesa. Una tercera, Lazos de sangre,
habla de las relaciones entre unos hermanos y sus cónyuges -sus sueños y desilusiones, sus
envidias y rencores- durante los días y las noches que pasan reunidos junto al lecho de su anciana
madre, que yace muy enferma.
Estas quince historias, que aparecieron originalmente en distintas revistas francesas -la primera
de ellas en 1934 y la última en 1940, dos años antes de la deportación y el asesinato de la autora
en Auschwitz-, atestiguan el extraordinario talento de Némirovsky para el retrato psicológico y social,
así como su capacidad para condensar, con máxima sobriedad y eficiencia, el tipo de acontecimiento
decisivo que puede dar sentido a toda una vida.