Pozzi es autora de seis poemas intensos y enigmáticos que brillan, como surgidos de otro mundo, en el cielo de la poesía francesa a caballo de los siglos XIX y XX, y que debería figurar en cualquier antología de poesía francesa del siglo XX. Reconocida póstumamente en los años noventa del siglo XX, gracias a la publicación de su diario y a su correspondencia con Rilke y Valéry, este reconocimiento la ha restituido a la tradición poética a la que por derecho propio pertenece. Tal como afirma en su diario: «He escrito “Vale”, “Ave”, “Maya”, “Nova”, “Escopolamina”, “Nyx”. Quisiera hacer una plaquette. Safo no necesitó más palabras para llegar hasta nosotros». En 1920 conoció a Paul Valéry por mediación de la baronesa Rennée de Brimont. Catherine Pozzi tenía entonces veintiocho años y Valéry estaba en la cima de su carrera: era el autor de «La joven Parca» y «El cementerio marino». Al poco tiempo Catherine –o Karin, como se hacía llamar por los amigos– invita a Valéry a su casa solariega de La Graulet, cerca de Bergerac, e inician una relación que, a diferencia de lo que pudieran creer sus contemporáneos, no fue un adulterio mundano sino que afectó a ambos de modo decisivo sentimental e intelectualmente. Su correspondencia, inédita durante décadas y de la que incluimos una pequeña selección en esta edición, es una muestra clara de su sofisticado intercambio de ideas, con vocación de fundir