?Camin‚ sin dejar rastro por los senderos pedregosos que remontaban la monta¤a, y la fantas¡a arrop¢ los d¡as de pasi¢n con historias dudosas.Camin‚ sin dejar rastro por los senderos pedregosos que remontaban la monta¤a, y la fantas¡a arrop¢ los d¡as de pasi¢n con historias dudosas. Sobre fingidos para¡sos, los amores se transforman en hojas de acero, afiladas como flechas que atraviesan lugares, cuerpos y poemas. Quiz podamos anular la tristeza que hoy adormece los sentidos, e incluso la distancia que separa la voz de la palabra. Observemos el lento despertar del alba que llena de horas inciertas el ciclo invariable de los a¤os. Observemos de nuevo el murmullo de la brisa que invade jardines armoniosos y bosques limonados mientras fuertes vientos del este propagan m s y m s la soledad de un tiempo acumulado. Cuando la noche desate su negrura sobre la arena de la playa, y cuando el sol colme con su luz las calles de todas las ciudades donde el amor estableci¢ su lugar de residencia, tal vez podamos hablar de las pasiones que en realidad existieron, o de esas otras que inventamos, e incluso de aquellas