En un centro de jubilados ayer vi
dos abuelitos agarrados de la mano.
Se miraban.
Pensé en el valor de una moneda de dos euros
y después
en dos monedas de un euro,
separadas.
Comprendí la soledad
de los conjuntos disjuntos.
La infinita lejanía de dos puntos
contiguos en la recta.
También el sentido
y la alegría de la suma.