A lo largo del siglo xvi la dinastía de los emperadores Habsburgo, debido a una diseñada política de alianzas matrimoniales que hunde sus raíces a finales del siglo xv, consiguió un amplio dominio sobre gran parte de Europa con grandes consecuencias en todos los terrenos, el artístico, naturalmente, incluido. Una vez emparentada con los Trastamara españoles y los Grandes Duques de Borgoña, la división del gobierno de los territorios de esta dinastía en dos ramas a partir de mediados del siglo xvi es solo una de las manifestaciones, ciertamente la más importante, de este control sobre tantos espacios europeos, americanos y asiáticos. Ello constituye el fundamento histórico, político y dinástico de un peculiar sistema artístico, que vamos a calificar de habsbúrgico, construido a lo largo de los siglos xv y xvi, a través de un procedimiento de identidades y de rechazos que, si bien en cada caso respondía a necesidades y proyectos concretos, poseía una extraordinaria lógica de conjunto. Es ello lo que nos permite hablar de «sistema» no sólo político, sino también cultural y artístico, de carácter fundamentalment