Fabulosa indagación sobre las peripecias de Karl Franz Lembke, un estafador de poca monta que en 1954 tradujo al alemán y representó Esperando a Godot en la prisión, donde se encontraba recluido, con un éxito notable por cierto. Erika Tophoven, traductora canónica y amiga cercana de Beckett (y de lo más granado de la literatura francesa de los 50 en adelante), se acerca al personaje como a una frase sin sentido, un problema de traducción, y acaba adivinando tras una maraña de nombres y personalidades un hombre aparentemente vacío. ¿Qué encontró KFL en el Godot que lo atrajera tanto? ¿Quizás un lugar donde por una vez no tener que esconderse?
Por cierto, lo ha traducido Juan de Sola (la verdad es que ha hecho mucho más que eso).