LENTO

LENTO

Editorial:
LIBROS Y LITERATURA
Año de edición:
Materia
MODERNA Y ACTUAL
ISBN:
978-84-947518-0-6
Encuadernación:
RÚSTICA
Disponibilidad:
Disponible en 72h

14,94 €
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Ya sé que alguien vino antes y les habló de él, y como no podía ser de otra manera les habló muy bien, pero me consta que ni a Marta (mi querida compañera y gran reseñista) ni a ustedes, les importará que venga yo (otra vez) a hablarles de Lento, el último libro de Andrés Barrero. Y tenía que hacerlo por dos motivos, porque soy una adicta a sus interesantes reseñas y porque quedé encantada con aquel libro que un día les reseñé, Todo el mundo odia a Yoko Ono.

Me ha gustado muchísimo la edición y la portada es de lo más sugerente, reflejan perfectamente lo que luego vamos a encontrar dentro, entre sus páginas.

Hay un tercer motivo escondido, y es que dicen las malas lenguas, aunque yo diría “las buenas bocas”, que Andrés es un hombre de buen comer, y si en este libro se habla de comida seguro que había que estar al tanto de sus propuestas. Y ya les adelanto que el libro, una vez leído, se lo he pasado a mis familiares más directos para que también ellos se animen a ser creativos los domingos en la cocina.

Y es que verán, estamos ante un libro familiar en el que un padre y un hijo comparten su afición culinaria los domingos, momentos que aprovechan para compartir sus vidas y rutinas. A mí me ha recordado los domingos en casa de mis padres, pero allí es a lo grande, quiero decir que todo el que llega pasa directamente a la cocina, mi madre es la directora de orquesta, y los demás revoloteamos a su alrededor, somos sus pinches, ¡y eso que mi sobrino Sergio es cocinero profesional! Porque en casa de mis padres seguimos acudiendo todos los domingos a comer casi todos los que podemos, hijos, nietos y desde hace muy poquito ¡Biznieta! Nuestra querida Mireia.

Esto es también lo que transmite en su libro Andrés, el cariño por la familia, por su padre, naturalmente, pero en general se le nota el trasfondo de su cariño por y con casi todo. Así pues, también por la comida. Y es que creo que uno es como transmite su forma de cocinar, algo que muchas veces nos recuerda nuestra hija cuando dice eso de “este caldo está hecho con cariño”.

En casa cocinamos unas veces unos y otras veces otros, pero las más de las veces a mí me toca hacer la comida rápida, la de diario, la que se hace con menos cariño porque sus ingredientes principales son las prisas y el cansancio del trabajo. Pero los fines de semana intentamos hacer la comida con otros ingredientes, ya saben, descanso, tiempo, sonrisas o incluso risas y una buena conversación mientras picoteamos alguna cosa y tomamos alguna copa de buen vino, o incluso si es verano una cervecita bien fría.

Y luego están las conversaciones de cocina, que para nada se parecen a las de comedor y mucho menos a las de bar, trabajo, parque o Club de lectura. Son conversaciones familiares en las que no hay que poner en antecedentes porque ya todos conocemos de donde viene cualquiera de sus hilos y además sabemos de qué pie cojea cada cual. En las conversaciones de cocina la genética siempre suele hacerse presente. Porque no hay nada más genético y tradicional que la cocina, la manera de cocinar, lo olores que generamos con nuestros guisos, que aunque hayamos personalizado siguen en ellos los ingredientes y las formas de nuestros antepasados…

Así pues, no es de extrañar que el tema de los niños robados se les cuele a los Barrero en su cocina ¿Dónde si no? Ese espacio en el que las confidencias quedan disueltas entre los sabores como un ingrediente más.

Y sí, el libro gestiona bien los momentos, los temas, pero sobre todo gestiona a la perfección el cariño que necesariamente debe haber en la familia, lo que sostiene el día a día, por encima incluso del amor… ¿? Es un pensamiento que expreso no excesivamente reflexivo, pienso en mi familia, y sé que la quiero, o creo que la quiero, pero sin duda alguna puedo asegurar al cien por cien que nos tenemos cariño, porque eso lo veo en las miradas. Claro que por deformación profesional he de decir que hasta la fecha nunca nos hemos tenido que repartir ninguna herencia.