El Viejo Libo tiene cuentos largos, cortos, muy cortos ?microficciones?, alg£n que otro Haiku y hasta dos milongas y una breve obra de teatro contada. Por momentos es imposible no asociar con ?la biblia y el calef¢n de disc‚polo?. No es menos cierto que en toda su narrativa hay un patr¢n com£n que tiene que ver con la realidad urbana cotidiana y con el lenguaje llano de todos los d¡as. El buen observador puede encontrarse a cualquiera de estos personajes en la calle, en el colectivo, en un caf‚ o a la vuelta de una esquina, porque mientras m s se avanza en la lectura, m s de carne y hueso se los descubre.Este ?rejunte de ficciones?, como imaginamos que podr¡a llamarlo el Viejo Libo, con ese humor cido que a veces despliega, no dejan a un costado el amor, las miserias ciudadanas, los entresijos de los pol¡ticos de base, la inseguridad, los cartoneros, el f£tbol, los fantasmas y hasta la larga noche del terrorismo de estado impuesto por el gobierno militar.Alguien escribi¢ antes que C‚sar Bianchi sabe imponer el juego constante entre apariencia y verdad, entre realidad y fantas¡a. Nada m s cierto. Estas histo