MENINAS DE CANIDO ARTE Y BARRIO

MENINAS DE CANIDO ARTE Y BARRIO. ARTE EN LAS PAREDES FOTOGRAFIAS B/N FERROL

Editorial:
BULULU
Año de edición:
ISBN:
978-84-941376-3-1
Páginas:
64
Encuadernación:
RÚSTICA
Disponibilidad:
En stock

8,00 €
Comprar

Esquivando las obras que paralizan la arteria principal del barrio de Canido, llegamos al estudio que Eduardo Hermida ha estrenado hace pocos meses en la calle Alegre. El artista, promotor de Las Meninas de Canido, despide a sus alumnos y nos pide que entremos.

Acompañado de su amigo y fotógrafo, José Carpenter, y de su inseparable hija Estrela, la otra mitad del alma de Las Meninas, Eduardo conversa con nosotras pidiéndonos disculpas por los mensajes y las llamadas que, en plena cuenta atrás de la celebración, se ve obligado a atender.

Fuera hace un calor insoportable y así nos lo hacen saber los vecinos y amigos que a cada momento traspasan la puerta del estudio para saludar y preguntarle a Eduardo si necesita más botes de cristal o si ya solucionó esto o lo otro. Están implicados y expectantes, deseosos de que llegue el día en el que todo Ferrol levanta la vista hacia su vecindario.

Es obvio que, más allá de prender la mecha de la regeneración de uno de los barrios históricos de Ferrol, el espíritu de Las Meninas ha logrado traspasar la coraza de aquéllos que nunca habían tenido la suerte de conmoverse con el arte.

FERROL360 - ¿Cómo se siente Eduardo Hermida a pocas horas de empezar?
Eduardo Hermida - Bastante optimista, confío en que va a ser un éxito. El año pasado tenía muchísimo miedo por si fallaba el tiempo, por si la gente no respondía… Pero este año me lo estoy tomando con más calma, seguramente tiene algo que ver la doble pastilla que me tomo por las mañanas para bajar la tensión. (Risas).

360 – Y, como no te llegaba, este año además, en vez de un día hacéis dos.
EH - Todo junto era una locura, se solapaban unas cosas con otras y hay tanta demanda que tenemos que meterlo todo. Así se respetan todas las actividades y la gente puede verlo todo. No como el año pasado, que algunas de las propuestas no tuvieron mucho público porque coincidían con otras.

360 - ¿Sabes ya cómo van a ser las meninas que pinten este año los 70 artistas que vienen de toda España a Canido?
EH – Será una sorpresa, no lo sé. Al principio, cuando me llegaban los primeros bocetos, los miraba, pero después decidí no hacerlo porque había algunos que no me convencían demasiado. Así que preferí verlas todas una vez pintadas.

360 - ¿Aún quedan tantos espacios libres en las paredes del barrio?
EH – Sí. Por ejemplo, en el Corral de Chapón, la casa que se cayó dejó un muro muy largo con ambas caras, en el que pueden caber unos 20 pintores. En la calle Insua hay unas cuantas, en Cangrexeiras también. Donde para el bus en Molino del Viento hay otras cuatro o cinco casas que también dan juego para pintar siete u ocho meninas más…

Eso sí, se va a descontrolar un poco la ruta y tendrá que haber una señalización para guiar a la gente, porque el recorrido se va a ampliar hacia otras zonas del barrio e incluso nos han pedido que pinten algunas en edificios nuevos.

360 – Algunos de los artistas te piden espacios concretos, con un tipo de pared u otra y tú eres el que marcas y distribuyes los espacios.
EH – Hay una chica que viene de Ordes y que quiere toda la fachada de una casa. Me ha dicho que incluso ella misma trae los andamios. Yo no sé cuantos kilos de pintura va a poder necesitar, pero imaginaros.

Los espacios los marco con una M amarilla dando vueltas con mi hija por el barrio. Ella me ayuda bastante con todo esto y, cuando yo no esté, tiene que continuar el legado de su padre. (Estrela, pintando en otro rincón del estudio, sonríe tímidamente).

360 – No en vano, fuisteis los dos los primeros que pintaron meninas en Canido…
EH - Empezamos a pintar cuando yo tenía el estudio en la Tahona. Pintábamos en las paredes de las casas de alrededor. Después vino también un chavalito, Mohamed; Carmela, la vecina de enfrente, y un alumno mío que se llamaba Gustavo.

Más tarde vino a visitarme Jorge Cabezas, con una amiga, y dijo: «Qué iniciativa tan bonita, voy a pintar yo una». La pintó y fue cuando bajó el del rodillo y tapó. A raíz de ahí salió en los medios: «Tapado un mural de Jorge Cabezas» y todo empezó a tomar otro cariz, más artístico. No se perdió el acto reivindicativo, porque era para intentar llamar la atención sobre las casas abandonadas, pero sí se amplió al terreno del arte.