Rafael Martín ha escrito una novela imaginaria, como todas las novelas, con el recurso de atribuirla a un autor imaginario, como alguna que otra vez había sucedido ya.
Que la novela verse sobre la estancia de Camilo José Cela en el sanatorio de Hoyo de Manzanares da una pátina de credibilidad a la historia, igual que sucede con esas películas que se anuncian como «basadas en hechos reales». Que, por añadidura, el recurso del manuscrito encontrado siga los pasos del comienzo de La familia de Pascual Duarte añade un homenaje al Camilo José Cela de verdad.
Con esas bazas en la mano es difícil equivocarse. Rafael Martín, como buen ingeniero, se ha documentado, ha trazado un algoritmo y ha obtenido unos resultados que, ¡oh sorpresa!, son literarios.
Yo no he leído la novela así que no puedo opinar de ella. Pero, casualidades de la vida, me he encontrado en el ascensor, tirada en el suelo, una cuartilla en la que alguien —no sé quién— sí lo ha hecho y cuenta lo que le pareció Mi verano con Cela en Hoyo.
Todo son elogios.
Camilo José Cela Conde
