La diligente sart‚n ha corrido a ocultarse en el lugar m s rec¢ndito de la alacena. La cocina ha quedado limpia y ordenada, los ventanales abiertos han dejado marchar los tibios aromas que permanec¡an todav¡a en el ambiente. El ef¡mero convite ha quedado en el recuerdo y los invitados regresan a sus casas, comentando, entre dimes y diretes, los pormenores de la fiesta. En el cubo de la basura apenas quedan algunos camafeos y los restos incomibles dispuestos para ser reciclados. En el frigor¡fico alguna lata abierta que ser consumida, en d¡as sucesivos, por el cocinero, en sus desayunos creativos. El azulado mandil, inmaculado de manchas, descansa sus aleteos y quehaceres en un hermoso patio florido de abigarrados colores, y plumas derramadas, a la espera del pr¢ximo banquete.