Es un penetrar, imposible si no lo es en los textos, hacia lo m s inaccesible del vital vivirse; un ata¤er los mundos m s ¡ntimos con la desnudez m s natural y deslumbrante. Es as¡ que el libro Pura fe en la noche ?m s en general todo libro?se nos ofrece como un sujeto de contenido al que participar y, cual reto, a desentra¤ar la cosmovisi¢n del que le compone, del ser vital que le ha producido, para envidarse en el nosotros que leemos. Se construye as¡ la obra de Constanza, como un di logo incesante en que el libro habla y el alma contesta?, que dijo Andr‚ Maurois, y al caso, como un discurrir silente ?no callado ni acomodaticio, ni enajenado?, como esa navegaci¢n de velero en mar calma o r¡o que se arremansa, aunque no obvia las turbulencias y duras corrientes, a veces aleves, que en el rular del camino acechan. Nos encontramos, pues, en Pura fe en la noche, con una oda poliforme de vida y vivenciales retos. Con un texto rico en evocaciones, acentos y sentidos diversos manados de las oscilaciones del vivir y sus meandros.
