“Si a la vida, no a la mina” fue la consigna de la primer movilización de autoconvocados que cuestionaban el emplazamiento de una mina de oro en Esquel. Dos días después, el gobernador les respondía: “La explotación minera es un hecho”. Sin embargo, sus habitantes que habían elegido vivir en esa ciudad Patagónica para mejorar su calidad de vida, no se resignaban a poner en riesgo dicha decisión. Cinco meses después, el 23 de marzo de 2003, organizaron un plebiscito donde el 81 por ciento de los ciudadanos votó por el “No a la mina”. De esta forma, una ciudad de 35.000 habitantes lograba echar a la multinacional Meridian Gold. Pero esta acción colectiva no sólo consiguió frenar una explotación minera sino que tuvo un efecto multiplicador de las resistencias ambientales de Argentina. Puso en el centro del debate público la cuestión de la sustentabilidad y la utilización de los recursos naturales, mostrando la falacia del modelo de desarrollo único, inevitable y preestablecido. Esta experiencia participativa nos invita a seguir apostando por la diversidad biológica y cultural; y por relaciones sociales solidarias y equitativas que redunden en una realización integral del ser humano.
