Una novela testimonio muy singular, que produce un fuerte impacto en quien la lee y que en Ecuador alcanzó la dimensión de fenómeno literario: formó parte del plan de promoción de la lectura y se imprimieron más de 40.000 ejemplares, algo insólito en un país en el que la edición media de un libro raramente supera los 500 ejemplares.
El punto de partida de Siberia Un año después es una experiencia biográfica muy dura: la muerte, pocas horas después de nacer, de Benjamín, el primer hijo de Daniela, que empezó a escribir este libro desde el delirio 2 o 3 meses después, cuando ella, que también estuvo a punto de morir, salió del hospital. Esta experiencia devastadora de sobrevivir a la muerte de un hijo se articula desde un registro ficcional, autobiográfico, testimonial y, sobre todo, corporal. Siberia, un año después, es la confesión de un cuerpo que escribe desde sus heridas, a través un lenguaje que nos habla descarnadamente del vacío de la pérdida, de las ruinas de un futuro imposible, y del intento de reconstrucción de uno mismo.
Con una voz desgarradoramente autobiográfica, donde el lenguaje es un acontecimiento más, la escritura de Siberia es el testimonio de un cuerpo y un alma dolientes, pero intensamente aferrados a la vida. Escrita desde el fervor y casi en trance Siberia. Un año después, es sin duda una de las grandes novelas ecuatorianas de la última década.