SOLO TRES SEGUNDOS

SOLO TRES SEGUNDOS

Editorial:
NORMA
ISBN:
978-987-545-246-6
Disponibilidad:
Disponible en 5 días

14,00 €

Un grupo de amigos es asaltado por la crueldad de la vida demasiado pronto y muy profundamente. El día a día de todos cambia de rumbo sin que ellos puedan hacer nada para evitarlo. A través de las palabras y los silencios de Felicitas iremos de la mano de los personajes por un tiempo de oscuridades y de luces que retumbarán en nuestros ojos, en nuestra memoria, en nuestros corazones.
Paula Bombara (Argentina, 1972) vive desde muy pequeña en Buenos Aires. Es bioquímica de profesión, pero desde 2004 se dedica en exclusiva a escribir tanto ficción como no ficción, dirigiéndose, especialmente, al público infantil y juvenil. Sus novelas El mar y la serpiente y La chica pájaro han sido incluidas en las listas White Ravens 2006 y 2016 respectivamente. En 2011 Una casa de secretos resultó ganadora del premio Barco de Vapor (Fundación SM). Es directora de la reconocida colección de comunicación científica para primeros lectores ¿Querés saber?, en EUDEBA. Lleva adelante un blog llamado Desde mi cristal , donde publica ensayos, reflexiones personales y entrama arte y ciencia cada vez que tiene oportunidad.


Solo tres segundos muestra cómo el silencio atraviesa
las palabras y cómo las palabras resignifican los
sentidos”. (CAROLINA TOSI, Revista Imaginaria)

“Bombara demuestra ser una escritora de gran
sensibilidad, capaz de explorar el alma de los jóvenes
desde una perspectiva inteligente y tierna”.
(ILIANAPRIETO, Fundación Cuatrogatos)

"Es una historia conmovedora, que se lee sin pausa,
donde hay una elaboración del duelo a través de
la escritura de la protagonista”. (SANDRA COMINO, escritora)




Solo tres segundos: novela de Paula Bombara
Posted on abril 26, 2012 by Germán Machado

Los accidentes de tránsito son la principal causa de muerte de la juventud uruguaya (supongo que también lo son en otros países del mundo). Le sigue de cerca el suicidio. En este conteo estadístico, siempre será discutible si algunos accidentes de tránsito no son suicidios encubiertos. ¿Hasta qué punto, ciertas conductas de riesgo de los jóvenes no son un juego cara a cara con la muerte, un tentar los límites de la vida y de sus posibilidades o imposibilidades, un desentenderse de proyectos a futuro y tensar el instante presente para saber si hay algo más allá que valga la pena?

Estos dramas, protagonizados a diario por jóvenes de distintos sectores sociales, son una cuestión que cualquier educador debe poner sobre la mesa cuando trata con jóvenes. Hablar de estas cosas, comunicarse con los jóvenes sobre estos asuntos problemáticos, quizás sea la mejor red para poner debajo de esa cuerda vital por la cual pasan los adolescentes haciendo equilibrio, con la inestabilidad propia de esas edades, con los riesgos inevitables que esas edades implican.

Si un libro destinado a los jóvenes favorece esa comunicación, y si lo hace desde lo mejor de la literatura juvenil y no desde el oportunismo didáctico, pues bienvenido sea. Ese es el caso del libro Solo tres segundos, de Paula Bombara.

Solo tres segundos: novela de Paula Bombara

Este libro, hay que decirlo desde el principio, no pretende, y ni cerca está de caer en ello, convertirse en un recetario para la promoción de una campaña de seguridad vial. Y quizás por eso es que puede ser muy efectivo como mediador entre el joven que lo lea y el adulto que lo recomiende: porque no pretende ser didáctico ni aleccionador. Lo que hace es contar una historia apoyándose tan solo en el arte narrativo que concibe dos personajes centrales y su drama: el drama de morir en un accidente y el drama de sobrevivirlo.

Paula Bombara aborda la historia de un accidente de tránsito protagonizado por siete adolescentes en el que tres de ellos mueren, dos quedan gravemente heridos y otros dos salen casi ilesos. La novela está dividida en dos partes de igual extensión. La primera es narrada desde el punto de vista de un varón, que a sus diecisiete años, si bien no sabe muy bien qué hacer con su vida, sabe sí qué es lo que le gusta: el es un biker y en ese deporte de riesgo encuentra la forma de ponerle color a su recorrida por el mundo que lo circunda con toda la grisura de cemento urbano:

En la plaza del centro por todas partes hay explanadas, rampas y escaleritas de dos o tres escalones. Es una plaza de cemento. Por lo tanto, es una plaza gris. Andar con la bicicleta, sobre los picos, con una rueda girando libre, concentrado en mantener el equilibrio mientras rota el cuadro, hasta acercarse a una escalerita y bajarla rozando, apenas, el filo de los peldaños, como ha visto hacer a tantos otros bikers, es encontrar colores puros en medio de una ciudad contaminada.

(p.19)

La novela acompaña a este personaje durante casi un semestre. Ausculta sus dudas, sus temores, sus dificultades de comunicación, sus amores, su relación familiar, su pasión por las bicicletas, los vínculos con sus pares, sus dificultades para establecer una identidad biográfica. La novela lo acompaña hasta que sufre un accidente de tránsito.

La segunda parte se inicia luego del accidente de tránsito. Cambia allí el punto de vista narrativo. Quien continúa narrando la historia es una de las sobrevivientes del accidente, Felicitas, una chica de la misma edad de Nicolás, compañera de la secundaria de él, que va en el auto en el que muere su mejor amiga, Zoe. La historia está narrada en primera persona, al modo de un diario, en el que la chica relata cómo tiene que procesar la muerte y cómo tiene que sobreponerse al accidente, a la pérdida, a los sentimientos de culpa.

No hay lecciones morales. No hay consejos. La muerte es algo que no tiene consuelo. Los sobrevivientes sufren el duelo como mejor o peor pueden. Y ese tránsito doloroso es algo sobre lo que solo cabe hacerse una cantidad de “preguntas en la oscuridad“, preguntas que apenas se cierran cuando el personaje llega a pensar en el accidente como mero accidente:

Y lo que estoy pensando es que los accidentes existen, así como existen los nacimientos y las muertes. Que nos haya tocado a nosotras… ¿y por qué pensar que no podía tocarnos vivir un accidente?

Cuando vino Gaby me dijo algo que me quedó resonando y que ahora entiendo un poco mejor. Me dijo que a todos se nos mueren seres queridos, porque la vida se trata de eso: de vivir y de morir.

(p.169)

Para el lector adolescente, en definitiva, no habrá en esta novela un sermón ejemplar, más allá de que Felicitas sepa, al repasarlo, que el accidente que protagonizaron “calza en las estadísticas como si fuéramos los zapatitos de cristal de una muerte Cenicienta“.

No habrá sermones didácticos, no. Pero sí habrá, para los jóvenes lectores, la posibilidad de introducirse en la vida de unos personajes que, a la par de ellos, viven (y mueren) en ese límite de una siniestralidad que puede suceder en “solo tres segundos”. Hacerse conscientes de esa vivencia, compartirla en la ficción, no será una prevención frente a los riesgos que estar vivo conlleva: claro que no.

Pero acercarse a estas formas ficticias de la muerte que la autora nos presenta con calidad y calidez, con una prosa limpia y ágil, poética por momentos, que atrapa siempre, que empatiza con el sentir de sus personajes jóvenes, que no hace concesiones fáciles a la estupidez del mundo adulto en el que se mueven, que vibra, que late: todo ello, será para el joven lector un modo de acercarse a la realidad de la vida, y sopesarla: para buscarse, para encontrarse… “para apretar los párpados / y, aun así, verse“.

Garabatos y Ringorrangos