Lafcadio Hearn se embarco´ en 1887 en Nueva York en un «buque alargado, estrecho y gra´cil, con dos ma´stiles y una chimenea anaranjada» para recorrer las Antillas en un itinerario que lo llevo´ a trave´s del Mar de los Sargazos, tomando la senda de los vientos, hasta los tro´picos. Hasta las aguas verdaderamente azules, intensamente azules.
El fruto de aquel viaje es este libro fascinante, que anticipa los travelogues de los grandes escritores del ge´nero en el siglo xx, como Bruce Chatwin, Paul Theroux o V. S. Naipaul.
Una sucesio´n de islas, puertos, volcanes apagados, selvas, ciudades esplendorosas o decre´pitas: Martinica, San Vicente, Tobago, San Cristo´bal, Granada, Trinidad… —fanta´sticas, sensuales, exo´ticas, desconocidas— asalta al lector en cada pa´gina; se trata de una sucesio´n de ima´genes, aromas y sabores tan reales, tan ni´tidos, que a medida que avanzamos en la lectura dejamos atra´s el lugar en que nos encontramos para hallarnos ya, al fin, en las Antillas junto al autor, a su lado, acodados en la borda de su barco o caminando junto a e´l.
«El agua del puerto es de un verde claro, transparente. Se ven muchos peces, y varios tiburones pequen~os. Unas mariposas blancas como la nieve revolotean por el aire azul a nuestro alrededor. Unos chiquillos negros se ban~an desnudos en la playa: aunque nadan bien, no se aventuran muy lejos debido a la presencia de los tiburones. Sale una barca que nos trae a bordo a unas chicas de color. Son altas y nada desgarbadas; nos convencen con toda clase de palabras carin~osas para que compremos bay rum, fruta, agua de Florida. Unas barcas nos conducen a tierra firme».