VILLAVERDE DE TRUCÍOS EN EL CORAZÓN

VILLAVERDE DE TRUCÍOS EN EL CORAZÓN. VALLE CÁNTABRO, ENCLAVADO EN EL CORAZÓN DE LAS ENCARTACIONES DE BIZKAIA

Editorial:
SALGAI
Materia
VIAJES Y VACACIONES
ISBN:
978-92-0-189126-6
Disponibilidad:
Agotado

12,00 €

Un extenso tabajo sobre la historia, naturaleza y tradiciones de este valle cántabro, enclavado en el corazón de las Encartaciones de Bizkaia

Se trata de un libro que recoge las peculiaridades históricas, los recursos naturales y humanos y las tradiciones de este valle cántabro enclavado en el corazón de Las Encartaciones de Bizkaia. A los largo de sus 114 páginas y más de 130 fotografías, el libro hace un repaso por las circunstancias históricas que desembocaron en su integración en la provincia de Cantabria, pero también atiende a otros muchos aspectos del valle, como su privilegiada naturaleza, su papel en la Guerra Civil, la tradicional sociedad agraria y ganadera o la actividad de los carboneros de Villaverde.

l repasar la historia de Villaverde de Trucíos, llama poderosamente la atención la circunstancia que ha conferido a este valle la peculiaridad histórica de encontrarse inmerso en una provincia, que hoy es parte de una comunidad autónoma, que, administrativamente, no es la suya.

No es que Villaverde de Trucíos sea el único municipio del Estado español con esta peculiaridad territorial. Hay muchos más de lo que pudiéramos pensar. La riqueza histórica de los diferentes reinos del norte de la Península, Navarra, León, Castilla y Aragón y sus diferentes usos y costumbres (leyes, fueros, etcétera) dieron lugar a una serie de enclaves que con el tiempo han quedado como curiosas reliquia
Argazkia
Villaverde de Trucíos (foto www.cantabriajoven.com)

Como ejemplo citaremos a Treviño, posesión burgalesa en Araba; a Petilla de Aragón (lugar de nacimiento de Santiago Ramón y Cajal) y Baztanes, enclaves Navarros en Zaragoza; Ternero (enclave burgalés en La Rioja) donde a pesar de su gran extensión no debe quedar habitante alguno; Orduña en Araba, única “ciudad” de Bizkaia; Llivia, enclave geronés en territorio francés, etcétera.

Son muchos los enclaves y rara vez se oye hablar de ellos y, como les pasa a Treviño y Villaverde, tan sólo cuentan con atención mediática cuando sus moradores solicitan la integración en la provincia que les rodea, que suele ser por motivos varios pero fundamentalmente de índole económico y/o mejora de sus infraestructuras y servicios.

Cada uno de estos enclaves cuenta con unos orígenes históricos diferentes aunque, evidentemente, subyacen denominadores comunes. Pero en el caso de Villaverde, es peculiar el origen y aún más la relación que ha mantenido con Bizkaia durante cinco siglos.

En los últimos tiempos, cuando los villaverdanos han puesto encima de la mesa su condición de enclave, que en muchas ocasiones han considerado un problema por frenar el desarrollo como municipio y por tanto su calidad de vida, se han levantado ampollas entre los gentiles, indistintamente rojos o azules, que, rápidamente, han desplegado sin piedad toda una serie de argumentaciones históricas, a favor o en contra, que muy poco, por no decir nada, tienen que ver con los hechos acaecidos en estos últimos cinco siglos.

Aunque de la impresión de lo contrario, las hemerotecas dan fe de lo mucho que se ha hablado sobre este valle en estos últimos veinte años y, sin querer entrar en ningún tipo de debate político-estéril, es curioso que la abundancia de noticias, la mayoría de las veces opiniones interesadas y/o noticias muy parciales, no ha proporcionado ideas claras que puedan formar una opinión o, al menos, cuatro datos históricos que permitan ver con claridad los orígenes de esta peculiaridad histórica.

A lo largo de nuestro libro recién publicado, hemos visto con sorpresa la desinformación existente, dentro y fuera del valle, y afirmaciones solemnes como “se cambió por un pellejo de vino” o “formaba parte de la dote de doña...”, son más habituales de lo que se pudiera pensar. Da la sensación de que en este mundo de la información se vocifera mucho y se escucha poco, con lo que llegamos a retener cosas raras y, luego, a exponer “sabiamente” curiosas afirmaciones.
Argazkia
Villaverde de Trucíos. (foto www.cantabriajoven.com)

El desarrollo de este trabajo nos ha permitido bosquejar la historia de este municipio cántabro en el que sus moradores siempre se han sentido encartados y, como diría el gentil de turno, por intereses económicos. Claro, ¿existe algún otro tipo de interés?

Villaverde, casi veinte kilómetros cuadrados, esta totalmente rodeado de territorio vizcaíno, no toca el Valle de Mena por los montes de Ordunte, lo impide una estrecha franja de terreno de Artzentales y Karrantza.

Villeverde se incorporó a Bizkaia en el siglo XII y hasta el siglo XV disfrutó de los mismos derechos que el resto de los valles de Las Encartaciones.

El poderoso linaje de los Avellaneda se hizo con este valle por gracia de los Señores de Vizcaya que se lo dieron como premio a la participación de Lope de Ochoa de Avellaneda en la batalla de Aljubarrota (Portugal) librada en 1385.

En aquellos tiempos en que los señores eran dueños de tierras y cultivos, ferrerías, molinos y animales y moradores, los Avellaneda lo vendieron por una simple falta de liquidez. Así que nada de anacronismo histórico, una operación mercantil como esta encajaba perfectamente en los usos y costumbres de aquella época aunque difícilmente se pueda entender hoy.

El 13 de Septiembre de 1440, y ante Fernán Sánchez, escribano y notario público de Valladolid, Diego de Avellaneda, hijo bastardo de Lope de Ochoa, le vendió el valle por 500.000 maravedíes a Pedro Fernández de Velasco, Conde de Haro.

Esta venta supuso el comienzo de la pérdida de la vizcaína de Villaverde, un hecho que se consolidaría definitivamente años más tarde, cuando Pedro Fernández de Velasco, al repartir el patrimonio entre sus hijos, concedió a Antonio de Velasco el valle de Villaverde. Pocos años después, Antonio de Velasco entraba en la Orden Franciscana y renunció a la propiedad del valle traspasando ésta a su hermano Pedro de Velasco.

Tras esta operación, Villaverde se vinculó definitivamente a la familia Velasco, Duques de Frías y al tiempo Condes de Haro. El valle pasó a pertenecer al Señorío del Condestable de Castilla, se incluyó en el Corregimiento de Soba y fue apartado de Las Encartaciones del Señorío de Bizkaia.

Pero a pesar de no tener voz y voto en las Juntas de Avellaneda, Villaverde siguió acudiendo a éstas y conservó ciertas libertades y derechos del periodo anterior a su venta, como la exención de contribuir a la conservación de puentes, muelles o calzadas o su participación en asuntos de guerra en la Junta de Avellaneda, entre otros.

Y durante estos siglos son muchas las referencias históricas que demuestran que los villaverdanos han reclamado sus derechos y han puesto en evidencia su deseo de seguir formando parte de Las Encartaciones de Bizkaia.

Sirva como ejemplo el suceso del año 1584, por el cual el Condestable de Castilla demandó al alcalde del valle por negarse a pagar 135.000 maravedíes anuales en concepto de tributos por contratos de compraventa y permuta.

Los villaverdanos adujeron estar exentos de dicha alcabala porque “ellos y sus antecesores habían sido bizcaínos originarios” y, como tales, “habían gozado de todas las exenciones, prerrogativas y privilegios que disfrutaban los demás de la tierra encartada”. Junto a ello, los habitantes de Villaverde añadieron que las apelaciones o recursos judiciales que se interpusiesen deberían elevarse “ante el juez mayor de Bizcaya, el cual residía en la Chancillería de Valladolid”.

Finalmente, la resolución del conflicto se saldó con una sentencia que eximía a los villaverdanos de pagar los mencionados tributos al Condestable de Castilla.

Años más tarde, en la primera mitad del siglo XVII y durante el reinado de Felipe III, ocurrió que los administradores de las Salinas de Añana y Rosio quisieron que los vecinos de Villaverde se abastecieran de su producción de sal. Los villaverdanos recurrieron directamente al monarca, quien les dio licencia para abastecerse donde quisieran en un documento en el que también se mencionaba la pertenencia del valle a Bizkaia, el goce de sus fueros y “la puntualidad y el cuidado” con el que siempre habían acudido sus vecinos a servir al rey.

Hay más ejemplos hasta mediados del XIX, fechas en las que el fuero encartado y vizcaíno comienza a perder sus derechos hasta quedar totalmente mermado.

Cuando en 1832, Javier de Burgos presentó su reforma para la ordenación del territorio español en provincias y la posterior división provincial en partidos judiciales, los diputados villaverdanos trataron por todos los medios que su valle quedara integrado en territorio vizcaíno.

A través de los síndicos de las Cortes españolas, los villaverdanos expusieron a Fernando VII su oposición a que el valle quedara incluido en territorio de Santander y, por el contrario, solicitaban que se declarara comprendido en Las Encartaciones de Bizkaia con la consiguiente “restitución del goce y posesión de todos sus fueros, derechos y privilegios como lo disfrutaron sus antepasados”.

Una vez que el expediente llegó a manos del monarca, éste, alegando su total desconocimiento sobre la situación del valle, exigió a los diputados que presentaran documentos que probaran la histórica vinculación de Villaverde con Las Encartaciones.

Para ello, los síndicos villaverdanos solicitaron a la Diputación vizcaína que reconociera los antecedentes que existiesen en los archivos de Avellaneda, donde se hallaban todos los documentos y papeles de los pueblos pertenecientes a Las Encartaciones del Señorío de Bizkaia.

La Diputación vizcaína concluyó que “tanto por los datos referidos -que aludían a la participación del valle en las Juntas de Avellaneda desde 1662 en adelante- como por la situación geográfica, límites naturales, analogía de usos, costumbres y denominaciones locales y de familias, puede deducirse que el valle de Villaverde estuvo reunido a Las Encartaciones”.

El informe de la Diputación fue enviado a la real Chancillería de Valladolid, donde fue desestimado a causa de la muerte de Fernando VII. La defunción del monarca desencadenó la primera guerra carlista y, este hecho, unido al gran poder de la familia Velasco de Santander, provocó que la petición de Villaverde fuera desatendida y el valle quedara incluido dentro de la hoy provincia cántabra.

Lo peculiar de la historia del enclave de Villaverde no sólo está en la operación mercantil de 1440, si no en las múltiples tentativas, a modo de amores frustrados, que llegan hasta nuestros días, y donde los villaverdanos reivindicaron sus orígenes y su carácter encartados, manteniendo, durante siglos, una particular relación con Bizkaia.