Soledad era una entre miles. Me parece verla, chiquita, fea, desechada, pasando absolutamente desapercibida en su rinc¢n, confinada en el presente. Soledad no necesitaba saber si ten¡a o no una dimensi¢n secreta, porque si lo hubiera sabido ya no habr¡a sido ella. Sin embargo la ten¡a, y yo lo supe. Soledad, peque¤a Soledad, real, severamente encerrada en la celda del presente, incapaz de anhelar, de recordar lo que fue, lo que pudo haber sido, o simplemente esperar. Esto es lo que a ella la hac¡a £nica y, al mismo tiempo, tan parecida a tantos. Ah¡ estaba esperando, todav¡a muda, para salir a la luz toda la belleza de su tragedia. Entonces me lanc‚ a construir su memoria, para burlar la severidad de su confinamiento, para que mi conciencia de su encierro fuera su propia conciencia y su trascendencia.