El que la salud se nos haya expropiado no es algo que tenga que verúnicamentecon la inercia tecnológica y mercantil del modelobiomédico preponderante.Se trata de un claro síntoma de laderiva cultural de nuestracivilización que, alhipervisibilizarla, consigue sustraernos esa parte malditasobrela que también se constituye la vida. El dolor, la enfermedad, la
vejez, la vulnerabilidad y la muerte tienden a ser excluidos en elmarco denuestras sociedades evanescentes para poder procederperformativamentecon el consumo constante de lo presente. UnaAntropología hermenéuticade la gran salud, concebida comocontinuidad del anterior libro del autortitulado El escorzomelancólico de lo real, publicado en esta misma colección,
reclama todo aquello que le es propio a la vida: la alegría y latiniebla, laspasiones y el horror, la natalidad y elenvejecimiento. Tomando como referenciainicial la fuerzanarrativa de la literatura para mostrarnos el modo enque laenfermedad se convierte en una metonimia de la vida, nos resultará
comprensible constatar, de l