Como todo sevillano arraigado ?que somos la mayor¡a? he pasado mi infancia y juventud en un palacio de cristal. Un todo ideal y aut rquico donde empezaba y terminaba el mundo. Pero el alma humana no descubre sus necesidades hasta que las satisface por vez primera. Y un d¡a, encontr‚ la libertad en las calles de M laga. Ese d¡a pude comprobar que viv¡a en la cara de la moneda, pero que en las ant¡podas del sentimiento, hab¡a una cruz. Que con esa moneda no pod¡a comprar nada si no llevaba acu¤adas ambas vertientes. Mi vida se desdobl¢ en dos. Yin y yan, tradici¢n y libertad, leyenda y realidad, vida y vida. Sevilla conquista al que llega. M laga se deja conquistar por ‚l. Sevilla le regala un palacio. M laga le deja que construya su casa. Sevilla le imparte un curso intensivo de emociones. M laga asume las de su nuevo habitante. Sevilla en poco tiempo, acaba convirti‚ndolo en sevillano. M laga le hace descubrir que su lejana patria vive ahora en sus calles. Alg£n tiempo m s tarde comprend¡ que le deb¡a un libro a M laga. No era f cil que nadie m s que ella pudiera cambiar tan radicalmente mi forma de entender
