Como la vida misma no pretende ubicarse en las altas esferas de la especulación metafísica ni en los laberintos de una epifanía elitista. No. Su aspiración -y aquí reside su disrupción- es más bien la de mapear la conciencia emocional contemporánea desde un lenguaje cercano, casi coloquial, pero profundamente ético. Peral renuncia a las liturgias del canon para proponernos algo más radical: un gabinete de psicología poética, donde cada poema clasifica un estado, una herida, una virtud, un gesto esencial del vivir.
Este libro es una suerte de bestiario sentimental, pero en vez de criaturas mitológicas nos muestra tópicos humanos universales: la amistad, la generosidad, la dignidad, el arrepentimiento, el reencuentro, la violencia, la ironía, la esperanza. Pero no lo hace desde la abstracción, sino desde la intimidad de una voz que ha elegido el camino más honesto y también el más arriesgado: la sinceridad sin ornamento, el humanismo sin tecnicismo.