Fernando González Rivas está recluido en la prisión del Castillo de San Carlos por haber matado al padre y al hermano de su novia. Tras la celebración del juicio, es condenado a muerte, y mientras espera el posible indulto del Gobierno, decide escribir a Santiago Leira, su mejor amigo de la infancia, que se ha ordenado sacerdote y ahora dedica su vida a la Iglesia, para que vaya a visitarlo.
Ambos iniciarán así un nostálgico viaje al pasado en el que recordarán sus días de juventud, cuando compartieron sus pasiones de adolescentes, sus juegos y sus primeros amores. Al mismo tiempo empezarán una íntima exploración de sus propias creencias, sus motivaciones vitales y su espiritualidad, que los conducirá a una profunda catarsis en la cual su fe en Dios les permitirá transitar por los caminos de la verdad y la redención.
