Entre las formas negativas de relacionarse el ser humano tenemos la persecución, que cabe definir como el ataque ensañado de un grupo humano hacia otro con la intención de ofenderlo, dañarlo, menoscabarlo o incluso eliminarlo.
La diferencia entre la guerra y la persecución es que mientras en aquélla, más allá de que finalmente una de las facciones se impondrá a la otra demostrando ser más fuerte, ambas partes se agreden mutuamente en un plano de igualdad más o menos evidente, en ésta en cambio una comunidad más agresiva, organizada y fuerte persigue a otra indefensa, débil y no organizada para su defensa.
En el género «persecución» encontramos la persecución de minorías, aquélla en la que los miembros de lo que en función de un rasgo determinado se considera una mayoría, persiguen a los que no poseen ese rasgo con la única condición de que son menos que aquéllos. Es naturalmente la más frecuente, por la única y sencilla razón de que una mayoría suele ser más fuerte y poderosa que una minoría. Lo que no es óbice para que en ocasiones una minoría bien organizada, o por cualquier razón diferente, particularmente fuerte y poderosa, se atreva a perseguir a la mayoría, situación como decimos extraña, pero no imposible y que, de hecho, se ha dado en bastantes ocasiones a lo largo de la historia y se sigue dando hoy día.
Luis Antequera es escritor y periodista. Ha dirigido los programas de radio «Iglesia Perseguida» y «Con otros ojos», y ha escrito más de dos mil artículos en su columna «En Cuerpo y Alma», especializada en historia de España e historia del cristianismo. Es autor de los libros Jesús en el Corán, El cristianismo desvelado y Derecho a nacer. Fundó de «El Club de la Tertulia», plataforma de debate de temas de actualidad.
