Aunque es un libro de memorias, Joaquín Leguina no desgrana en sus páginas remembranzas de su fecunda trayectoria política, sino que efectúa un ejercicio literario para recuperar la infancia y reencontrarse con una etapa en la que aún el mundo no era un lugar inhóspito.
El resultado es un viaje sentimental por la niñez, la adolescencia y la juventud para recobrar «la banda sonora de la memoria» y el entorno familiar en el que desarrolló «eso que llaman el carácter, que, según dicen, una vez conformado ya no cambia».