Distinción
Este libro resultó ganador del XVII Premio Esquío de Poesía
Sociedad de Cultura Valle-Inclán
Ferrol, 1997.
Dedicatoria
A mi mujer, que sigue sin creerlo.
Agradecimientos
A Pilar, diecinueve años después.
A Lola, por su confianza siempre.
Sobre el autor
Nacido en 1961.
Hasta la fecha sólo ha publicado este Donde no cabemos, que ganó la XVII edición de los Premios Esquío de poesía convocados por la Sociedad de Cultura Valle-Inclán y la Fundación Caixa Galicia. El jurado estuvo compuesto por José Hierro, Julia Uceda y Joaquín Benito de Lucas.
Permanece inédito su poemario Poesía Cuadrada.
Poemas 1 a 10
1
Hicimos de la vida un ciervo
desbocado,
una cornamenta que huye
por no herir.
2
Yo no estoy,
no tengo, no fui, no voy.
Pero tú, ven,
súmate a la corriente del aire
que nos lleva.
Sé tú la curva que más se atreve
y dilo,
di que no hay camino
sino sólo un borde,
una finísima línea para pies cansados.
3
Con el bárbaro cuidado de la tormenta,
con el primoroso
nudo de los relámpagos;
con la,
sin el.
Sí, he abierto la funda, deshecho el lazo
y rociado
de gasolrutina
la fruta jugosa de la vida.
Camino llameando, con la,
sin el.
Atrueno por las calles, siempre
a las mismas horas,
a paso de nube quemada y negra
que no existe.
Y dejo la carne ardiendo,
tropezada con los horarios que nos envuelven
por entre las esquinas
y el cielo azul de los edificios;
y dejo los ojos más allá de las ventanas,
destilando lo que no puede verse.
Pero estas cosas no se producen
tan hermosamente
como rocío condensado sobre
hojas del bosque al amanecer.
NO.
Yo bramo desbocadamente hacia,
para,
por,
sin la,
con el.
Hago crecer la cornamenta
vuelta hacia dentro
hiriéndome más y mejor.
Así es, a golpes de, que
cruzo
rompo y rasgo,
aunque nada cambie.
4
Hago la furia
Hago la furia sobre las perchas
del armario donde cuelga la camisa
del día siguiente,
sobre los grifos del agua para
el primer café, rumbo espeso y caliente,
allí mismo
hago la furia.
Pero no hay un norte alto y hermoso,
una salvaje vegetación por entre la que
adentrarse
buscando el sendero que conduce a;
no hay la fuerza del animal
juventud,
que desfallece aferrado al tronco del árbol
de raíz confundido.
Seda, hago seda de gusanos sobre los sofás
del salón,
tupidos capullos que cuelgan de sus cojines
en la oscuridad,
bajo el brillo de los televisores.
Y la suave luz de la lámpara
no ilumina otro signo
que la furia que hago
sobre las perchas y los armarios,
sobre los grifos que quisiera dejar de abrir,
la selva que decrece
más allá de la puerta al final del pasillo.
5
Hay quien hace zumos al despertar,
quien prepara
pócimas y bebedizos sobre la pasta de dientes
y entona
conjuros de leyenda
mientras sube al autobús, o atraviesa
a túnel
la vasta extensión ciudad.
Hay quien prepara el aroma de los días
con una mágica distribución de ingredientes
para el sandwich
de media mañana,
y al llegar encienden lámparas con gesto
nigromante
y altivo,
ignorando el misterioso cauce de las aguas
-¿quién tuvo el valor de detenerlas-
Aunque de vez en cuando llueve,
o hace viento,
o el sol se demora lánguido, antes
de llegar a nosotros;
aunque nos sobre luz mecánica
y las finas piezas de los árboles
reposen
perdida ya la lentitud de su fuerza …
6
Se perderá la suave fibra del vuelo
de los pájaros,
tela con la que primorosamente recubren
el paisaje
dejándola caer desde tan alto;
se perderá.
No hay quien quiera venir a verlos
al borde de los acantilados
donde ruge
el mar,
nadie nunca al borde justo ahora,
en este momento
que una ola compacta y precisa
se arrebata
y pulveriza contra la roca
a razón de belleza sin más;
se perderá.
Todavía caigo con el vértigo
y contemplo el filo solitario
de la nadie,
nunca,
se perderá.
Me arrebato para hacerme trizas
también,
compacto y preciso como la ola.
7
Lejos es aquí mismo,
cuando se recorren a fondo
las formas de la rutina.
Porque rutina es golpear
con el espíritu y la paciencia de las olas,
vida acantilado, contra ti.
8
Pero ya basta, ya no al pensamiento
que sienta bases
y profundos cimientos para los muros altísimos,
para muros
que sólo dan al norte
cuando hay ventanas.
Ya no quiero basarme, estar seguro de,
ajustarme a la medida
uno, para empezar; dos, continúa
y al tres
rompo la regla.
Ya no creo en las cosas que tengan
principio
medio y final.
Y tengo visiones de nube que cambia
a un fuerte viento sometida,
soplada,
llevada con infantil sencillez
flotando
hasta que llueve, y eso ya no soy yo.
Prefiero dorar la pluma
lejos del sol
o sin embargo hacer inexplicable
que la suma
del ciervo y los bosques.
Mira, más que nada, más
no.
Lo cierto es que más difícil es
la comprensión
de las mujeres que planchan
a diario,
el misterio guisado a lentejas
que nunca faltan en nuestros
corazones.
9
Hoy ha llovido, y es para alegrarse.
Dulce la tierra mojada esparce su olor
blando,
el aroma se apodera y nos modifica el
ánimo.
Pero no deben pisarse los charcos si no eres un
niño
de los que no terminan nunca de crecer,
de los que no suben a casa con las primeras
gotas y se abandonan valientemente …
Llover es otra manera de decirlo, aunque
no se esté seguro de a quién.
Los ojos del cielo lloran, podríamos creer
pendientes
de la belleza;
pero no es así, nada cuelga tan largamente
sostenido
sobre nuestras cabezas empapadas,
y es preferible creer que esto nos lava
limpia
o engrasa el resorte de pisar los días,
y aunque ya no veamos el arco iris
mágicamente trazado,
es para alegrarse.
10
Madrigal para la reconstrucción
Del árbol herido por el otoño
recolecto la raíz suelta y rota,
tuerca de la gaviota
que no conoce el mar,
tornillo que aprieta, vuelo que agota.
Diente dorado que cae hecho ceniza
recojo si dejo llegar la noche,
y hago en mi boca un broche
que sólo la lluvia pueda colmar,
pero la lluvia en el aire no flota.
Del árbol herido por el otoño
la suelta raíz rota.
Poemas 11 a 20
11
No hay hacia donde mirar
si lo que buscas
son las más nuevas distancias;
la tristeza de los años
asoma,
el peso que no tuvieron …
el que verdaderamente
sí tienen.
Desbordaron de la infancia
el redondel.
¡Detente, siempre detente!
Bebe trozos de mortal poesía
sin
deshacerle los grumos.
Desbócate a una hora exacta
porque hay los gestos únicos
que sólo existen si tú los haces.
Desata la furia de los teléfonos
que nunca crecerán como lo hace el trigo,
que nunca suenan al vaivén del viento:
rompe la lengua noticia.
¡Detente, siempre detente!.
Toma el camino y aléjate
así,
suavemente detenido.
Vé al fondo del paisaje
donde los bordes parecen
unirse,
donde vive el animal esperanza.
¡Detente, siempre detente!.
12
Han venido los nuevos labradores.
Anuncian
rotundos cambios climáticos;
la urgencia de roturar
el asfalto que barbecha
corbatas
en los semáforos.
Han venido, redondos analfabe-
tos:
huelen la lluvia en el viento
huelen con ojos
nariz de piedra.
Han venido para plantar las fir-
mes
intenciones del geranio.
13
Vacas salvajes
arrasando aparcamientos,
-no hay praderas donde puedan pastar-.
Vacas salvajes
mugiendo
la pena, porque no hay luna;
mugiendo
furia por entre el asfalto
porque no hay yerba,
vacas salvajes.
Salvajes vacas paciendo,
vacas salvajes
el humo.
14
Por una tubería de plomo pasa el tiempo,
de plomo antiguo y restañado
tubería ruido incesante.
Aún oigo los gritos que dábamos cuando niños
aplicando
cuidadosamente la oreja
al otro lado tubería
ruido incesante
y plomo antiguo.
el más largo agujero de los que nunca nadie
pudo, no, imaginar.
Hemos discurrido así hasta el día de hoy,
como quien se deja caer …
para terminar asomando nuestras cabezas
tímidas
por entre los grifos de la rutina y el trabajo,
de lo que nos ata a lo real.
Para terminar bebiendo este zumo de aguas
venidas desde
el ya desconocido trópico de la infancia
y la ilusión.
15
¿Dónde están los colores,
la rubia posición de tus dos manos
acariciando?.
Se nos fueron los dedos del futuro,
se quedaron prendidos
en los mandos a distancia,
en
hacer la cena
peinar al niño
lavar la ropa …
se nos fueron perdidas
las mariposas
sobre tu nalga derecha,
el humo que hace quemarnos el cuerpo
al amor, a los golpes
de furia loca y dulce.
Dónde están, digo; dónde fueron, digo;
dónde.
16
Era verdad que las puntas
de
tu pecho
apuntaban al misterio,
que la finísima curva
de
tu carne
entre mis dos manos arde.