DONDE NO CABEMOS

DONDE NO CABEMOS. POESIA COLECCION ESQUIO

Editorial:
SOCIEDAD CULTURAL VALLE-INCLÁN
Año de edición:
ISBN:
978-84-86046-88-0
Páginas:
96
Encuadernación:
Rústica
Colección:
ESQUIO
Disponibilidad:
En stock

6,01 €
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Distinción

Este libro resultó ganador del XVII Premio Esquío de Poesía

Sociedad de Cultura Valle-Inclán



Ferrol, 1997.



Dedicatoria



A mi mujer, que sigue sin creerlo.



Agradecimientos



A Pilar, diecinueve años después.



A Lola, por su confianza siempre.



Sobre el autor

Nacido en 1961.



Hasta la fecha sólo ha publicado este Donde no cabemos, que ganó la XVII edición de los Premios Esquío de poesía convocados por la Sociedad de Cultura Valle-Inclán y la Fundación Caixa Galicia. El jurado estuvo compuesto por José Hierro, Julia Uceda y Joaquín Benito de Lucas.



Permanece inédito su poemario Poesía Cuadrada.





Poemas 1 a 10



1



Hicimos de la vida un ciervo

desbocado,

una cornamenta que huye

por no herir.













2



Yo no estoy,

no tengo, no fui, no voy.



Pero tú, ven,

súmate a la corriente del aire

que nos lleva.

Sé tú la curva que más se atreve

y dilo,

di que no hay camino

sino sólo un borde,

una finísima línea para pies cansados.













3



Con el bárbaro cuidado de la tormenta,

con el primoroso

nudo de los relámpagos;

con la,

sin el.



Sí, he abierto la funda, deshecho el lazo

y rociado

de gasolrutina

la fruta jugosa de la vida.



Camino llameando, con la,

sin el.

Atrueno por las calles, siempre

a las mismas horas,

a paso de nube quemada y negra

que no existe.



Y dejo la carne ardiendo,

tropezada con los horarios que nos envuelven

por entre las esquinas

y el cielo azul de los edificios;

y dejo los ojos más allá de las ventanas,

destilando lo que no puede verse.

Pero estas cosas no se producen

tan hermosamente

como rocío condensado sobre

hojas del bosque al amanecer.



NO.



Yo bramo desbocadamente hacia,

para,

por,

sin la,

con el.

Hago crecer la cornamenta

vuelta hacia dentro

hiriéndome más y mejor.



Así es, a golpes de, que

cruzo

rompo y rasgo,

aunque nada cambie.













4

Hago la furia



Hago la furia sobre las perchas

del armario donde cuelga la camisa

del día siguiente,



sobre los grifos del agua para

el primer café, rumbo espeso y caliente,

allí mismo

hago la furia.



Pero no hay un norte alto y hermoso,

una salvaje vegetación por entre la que

adentrarse

buscando el sendero que conduce a;



no hay la fuerza del animal

juventud,

que desfallece aferrado al tronco del árbol

de raíz confundido.



Seda, hago seda de gusanos sobre los sofás

del salón,

tupidos capullos que cuelgan de sus cojines

en la oscuridad,

bajo el brillo de los televisores.



Y la suave luz de la lámpara

no ilumina otro signo

que la furia que hago

sobre las perchas y los armarios,



sobre los grifos que quisiera dejar de abrir,

la selva que decrece

más allá de la puerta al final del pasillo.













5



Hay quien hace zumos al despertar,

quien prepara

pócimas y bebedizos sobre la pasta de dientes

y entona

conjuros de leyenda

mientras sube al autobús, o atraviesa

a túnel

la vasta extensión ciudad.



Hay quien prepara el aroma de los días

con una mágica distribución de ingredientes

para el sandwich

de media mañana,

y al llegar encienden lámparas con gesto

nigromante

y altivo,

ignorando el misterioso cauce de las aguas



-¿quién tuvo el valor de detenerlas-



Aunque de vez en cuando llueve,

o hace viento,

o el sol se demora lánguido, antes

de llegar a nosotros;



aunque nos sobre luz mecánica

y las finas piezas de los árboles

reposen

perdida ya la lentitud de su fuerza …













6



Se perderá la suave fibra del vuelo

de los pájaros,

tela con la que primorosamente recubren

el paisaje

dejándola caer desde tan alto;



se perderá.



No hay quien quiera venir a verlos

al borde de los acantilados

donde ruge

el mar,

nadie nunca al borde justo ahora,

en este momento

que una ola compacta y precisa

se arrebata

y pulveriza contra la roca

a razón de belleza sin más;



se perderá.



Todavía caigo con el vértigo

y contemplo el filo solitario

de la nadie,

nunca,

se perderá.



Me arrebato para hacerme trizas

también,

compacto y preciso como la ola.













7



Lejos es aquí mismo,

cuando se recorren a fondo

las formas de la rutina.



Porque rutina es golpear

con el espíritu y la paciencia de las olas,

vida acantilado, contra ti.













8



Pero ya basta, ya no al pensamiento

que sienta bases

y profundos cimientos para los muros altísimos,

para muros

que sólo dan al norte

cuando hay ventanas.



Ya no quiero basarme, estar seguro de,

ajustarme a la medida

uno, para empezar; dos, continúa

y al tres

rompo la regla.

Ya no creo en las cosas que tengan

principio

medio y final.



Y tengo visiones de nube que cambia

a un fuerte viento sometida,

soplada,

llevada con infantil sencillez

flotando

hasta que llueve, y eso ya no soy yo.



Prefiero dorar la pluma

lejos del sol

o sin embargo hacer inexplicable

que la suma

del ciervo y los bosques.



Mira, más que nada, más

no.



Lo cierto es que más difícil es

la comprensión

de las mujeres que planchan

a diario,

el misterio guisado a lentejas

que nunca faltan en nuestros

corazones.













9



Hoy ha llovido, y es para alegrarse.



Dulce la tierra mojada esparce su olor

blando,

el aroma se apodera y nos modifica el

ánimo.



Pero no deben pisarse los charcos si no eres un

niño

de los que no terminan nunca de crecer,

de los que no suben a casa con las primeras

gotas y se abandonan valientemente …





Llover es otra manera de decirlo, aunque

no se esté seguro de a quién.



Los ojos del cielo lloran, podríamos creer

pendientes

de la belleza;

pero no es así, nada cuelga tan largamente

sostenido

sobre nuestras cabezas empapadas,



y es preferible creer que esto nos lava

limpia

o engrasa el resorte de pisar los días,



y aunque ya no veamos el arco iris

mágicamente trazado,

es para alegrarse.













10

Madrigal para la reconstrucción





Del árbol herido por el otoño

recolecto la raíz suelta y rota,

tuerca de la gaviota

que no conoce el mar,

tornillo que aprieta, vuelo que agota.



Diente dorado que cae hecho ceniza

recojo si dejo llegar la noche,

y hago en mi boca un broche

que sólo la lluvia pueda colmar,

pero la lluvia en el aire no flota.



Del árbol herido por el otoño

la suelta raíz rota.





Poemas 11 a 20





11



No hay hacia donde mirar

si lo que buscas

son las más nuevas distancias;



la tristeza de los años

asoma,

el peso que no tuvieron …

el que verdaderamente

sí tienen.

Desbordaron de la infancia

el redondel.



¡Detente, siempre detente!



Bebe trozos de mortal poesía

sin

deshacerle los grumos.



Desbócate a una hora exacta

porque hay los gestos únicos

que sólo existen si tú los haces.

Desata la furia de los teléfonos

que nunca crecerán como lo hace el trigo,

que nunca suenan al vaivén del viento:

rompe la lengua noticia.



¡Detente, siempre detente!.



Toma el camino y aléjate

así,

suavemente detenido.



Vé al fondo del paisaje

donde los bordes parecen

unirse,

donde vive el animal esperanza.



¡Detente, siempre detente!.













12



Han venido los nuevos labradores.



Anuncian

rotundos cambios climáticos;

la urgencia de roturar

el asfalto que barbecha

corbatas

en los semáforos.



Han venido, redondos analfabe-

tos:

huelen la lluvia en el viento

huelen con ojos

nariz de piedra.



Han venido para plantar las fir-

mes

intenciones del geranio.











13



Vacas salvajes

arrasando aparcamientos,

-no hay praderas donde puedan pastar-.



Vacas salvajes

mugiendo

la pena, porque no hay luna;

mugiendo

furia por entre el asfalto

porque no hay yerba,

vacas salvajes.



Salvajes vacas paciendo,

vacas salvajes

el humo.













14



Por una tubería de plomo pasa el tiempo,

de plomo antiguo y restañado

tubería ruido incesante.



Aún oigo los gritos que dábamos cuando niños

aplicando

cuidadosamente la oreja

al otro lado tubería

ruido incesante

y plomo antiguo.



el más largo agujero de los que nunca nadie

pudo, no, imaginar.



Hemos discurrido así hasta el día de hoy,

como quien se deja caer …



para terminar asomando nuestras cabezas

tímidas

por entre los grifos de la rutina y el trabajo,

de lo que nos ata a lo real.



Para terminar bebiendo este zumo de aguas

venidas desde

el ya desconocido trópico de la infancia

y la ilusión.













15



¿Dónde están los colores,

la rubia posición de tus dos manos

acariciando?.



Se nos fueron los dedos del futuro,

se quedaron prendidos

en los mandos a distancia,

en

hacer la cena

peinar al niño

lavar la ropa …

se nos fueron perdidas

las mariposas

sobre tu nalga derecha,

el humo que hace quemarnos el cuerpo

al amor, a los golpes

de furia loca y dulce.



Dónde están, digo; dónde fueron, digo;

dónde.













16



Era verdad que las puntas

de

tu pecho

apuntaban al misterio,



que la finísima curva

de

tu carne

entre mis dos manos arde.

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