Los lastres en mistificar el oficio poético lo alejan de la consideración de trabajo. Diversas y heredadas adhesiones vuelven a caminar opuestas a su dignificación. La misma profesionalización que incrementa valor a un músico, a una artista plástica, puede restar crédito a una poeta. Es hora de dejar atrás los obstáculos con los que la poesía ocultó que se escribe desde un cuerpo y poner negro sobre blanco las dificultades materiales que cargan sobre hombros demasiado estrechos –por individuales– lo que es realmente un legado colectivo. Tras treinta años de trayectoria y una carrera internacional, una de las pocas figuras que experimenta lo que es vivir de este género extrae conclusiones al hilo de lo vivido y abre debate en el que es su primer volumen de ensayo. Una reflexión que también invita a una mirada cómplice desde cualquier oficio creativo o cultural.