El afilador de estrellas es una súplica, un llanto, un grito en defensa de los más débiles, una crítica mordaz, una denuncia. Pero es también una esperanza para todas aquellas personas que, mirando las estrellas en la noche de su soledad, buscan que la luz las lleve a un mundo más libre.
El poemario se divide en tres partes, estando dedicado a Samuel, niño que llegó ahogado a las playas de Barbate tras un naufragio. Aborda conflictos como el terrorismo yihadista, la invasión de Ucrania o el atentado terrorista de Hamás que ha provocado la ira del pueblo israelí y el posterior genocidio del pueblo civil palestino.
Una segunda Edad Media está a las puertas del mundo y todos tenemos la sensación de que el mal se está enquistando en nuestra sociedad. «Guerra», «terrorismo» o «genocidio» parecen palabras impropias del siglo XXI, pero, al igual que en siglos pretéritos, una parte del mundo sigue intentando imponer mediante el terror su hegemonía. La poesía, por ello, es hoy más necesaria que nunca.