Chris Stewart se hizo célebre con la publicación de Entre limones, el divertidísimo relato autobiográfico de un joven inglés que, con tal de no vestir traje y trabajar en una oficina, se gastó todos sus ahorros en la compra de un ruinoso cortijo en la Alpujarra granadina. Publicado en 1999 por una pequeña editorial inglesa, se convirtió en un fenómeno editorial, hasta el punto de que, junto con los dos volúmenes siguientes ?El loro en el limonero y Los almendros en flor?, suman más de un millón de ejemplares vendidos en Inglaterra. (En España, los dos primeros libros superaron los 400 mil ejemplares.) Con la publicación de El loro en el limonero, Salamandra recupera, en una nueva traducción, la entrañable segunda parte de Entre limones. El loro en el limonero recoge nuevas vivencias de Chris Stewart en su cortijo El Valero, acompañado por su mujer, Ana, la pequeña hija de ambos, Chloé, y un loro algo misántropo que encuentra su hueco en la vida familiar. Entre otras muchas cosas, vivirán nuevas aventuras con los vecinos, descubrirán los entresijos de la escolarización en España, y conocerán la noticia de que existe un plan para construir una presa que dejará buena parte del valle sepultada bajo el agua. Además, tras el éxito del primer libro y la aparición de periodistas ingleses interesados en Chris, éste hace recuento de su vida antes de llegar a la Alpujarra: las temporadas pasadas en Suecia esquilando ovejas en mitad del invierno, su primer contacto con España para aprender a tocar la guitarra flamenca, su trabajo en un circo y su breve carrera musical como batería del grupo de rock de su colegio: Genesis.
Teniendo fresca en la memoria la primera parte de la historia del cortijo de Chris Stewart, Entre limones; me encontré en la biblioteca con la segunda parte, El loro en el limonero (Editorial Almuzara). Y de nuevo resultó ser por casualidad, ya que mi intención era la de hacerme con otros libros.
Sin embargo, decidí cerrar esta historia leyendo sobre las vidas de Chris, su esposa Ana y su hija Chloë en El Valero. En esta segunda parte, Stewart ve cómo su manuscrito es aceptado por una editorial y su fama de escritor crece en Inglaterra. Así, la prensa comienza a hacerle visitas, que sirven para que podamos ahondar en su pasado —cosa que eché mucho de menos en su anterior novela— y podamos contextualizar a este hombre, sabiendo de dónde salió y a qué ese interés por venir a vivir a España. Cuenta, entre otras cosas, sus años de juventud y su fugaz participación como batería en Genesis y su posterior paso por un circo y sus primeros contactos con la guitarra y la música flamenca.
En cuanto a la vida en El Valero, Chloë crece y ya va a la escuela, el teléfono llega al valle y Chris ya se ha convertido en un vecino más, en un rústico más. Nos topamos así con nuevos e interesantes episodios de estas peculiares vidas.
Y, finalmente, la amenaza que pesa sobre el valle vuelve a presentarse, dejándonos en un final en ascuas sobre el futuro que le espera, imprimiendo acertadamente en el lector esa sensación de su protagonista de que, aún si El Valero se pierde, los diez años relatados han merecido la pena por todos los episodios relatados y por todas las aventuras vividas.
Así que, este libro, además de añadir nuevas historias a las ya contadas, completa la saga contextualizando todas esas aventuras en las vidas de sus protagonistas, y dejando la historia redonda y lista para ser cerrada.
Si recomendé Entre limones, por supuesto hago lo propio con El loro en el limonero. Y quien quiera saber de dónde sale ese “loro” que lea el libro, pues se trata de un personaje más de la historia, uno más en la familia, del que también hay muchas historias que contar
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