Desafiando a su destino -arrancar el mármol de las montañas de Carrara, como su padre y su abuelo- y sin saber muy bien en busca de qué, Piero marcha a Roma en los tiempos revueltos del pontificado de Julio II y de su propia juventud.
Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros, para mejorar su experiencia de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Más información