En los diez años transcurridos entre las revueltas de 2005 en los suburbios de París y los ataques contra el Charlie Hebdo, la sala Bataclan y el Paseo de los Ingleses en Niza, Francia ha visto escalar de forma imparable la tensión social, a la que han puesto rostro principalmente los adolescentes nacidos en el seno de familias inmigrantes llegadas a Francia durante el poscolonialismo. La marginación económica, social y política, entre otros factores, han hecho que algunos de estos jóvenes hayan dirigido su atención hacia un modelo islamista integral, inspirado en el salafismo, que anhela la destrucción del occidente «ateo».
A ese cambio generacional en la Francia musulmana se suma la transformación ideológica del yihadismo, revolucionado por las redes sociales. Todo ello ha creado el caldo de cultivo del que surgen los jóvenes combatientes franceses de la guerra de Siria. A finales de 2015, casi un millar se habían ido a participar en ella y cincuenta habían muerto. Por no hablar de los que han perpetrado sus ataques en Francia. Entretanto, el crecimiento de la extrema derecha y los logros electorales del Frente Nacional refuerzan la polarización social, ante la amenaza de quienes quieren iniciar una guerra civil a partir del terror y el sufrimiento.