Proveniente de una ilustre y riquísima familia de banqueros levantinos establecida en Francia a finales del Segundo Imperio, el conde Moïse de Camondo (1860-1935) fue un hombre de un medio, el de la aristocracia judía parisina, donde se codeaba con los Rothschild y los Pereire, los Fould y los Cahen d'Anvers, toda una sociedad escapada
de las páginas de Proust que se encontraba en cacerías de perros, clubes y juntas directivas, compitiendo en la magnificencia de sus castillos, mansiones privadas y
colecciones.
El último de los Camondo, desde la Inquisición española hasta el genocidio nazi, pasando por el gueto de Venecia y los palacios de Constantinopla, no es solo
un relato histórico que recorre la tradición épica de estos grandes señores sefardíes. Es también una meditación sobre la soledad de un hombre abandonado por su esposa, desconsolado por la muerte de su hijo, que dedicó su vida y su fortuna a reconstruir una residencia aristocrática del siglo xviii en el corazón de la Plaine-de-Monceau, dejando a Francia el más brillante testimonio de un mundo desaparecido y transmitiendo el nombre de su pueblo a la posteridad. ¿Intuyó que sería el último representante de su dinastía? Era su misterio y su secreto. Su huella
permanece en el palacete histórico que fue su casa.