No se puede luchar contra la maldición que recorre las calles de Naevelle.
Chantal nació siendo estrella fugaz, condenada a proyectar sus miedos y a consumirse poco a poco. Y aunque esa condición le arrancó el privilegio de tener una infancia como la de los demás, lo peor aún estaba por llegar.
Cuando cumplió once años, su madre dio a luz a la pequeña Libelle, de ojos claros y pelo cobrizo, y que poseía uno de esos dones que caracteriza a los niños estrella. Encajaba con la descripción de las criaturas que suben al cielo para alumbrar desde las alturas, la que los adultos tanto temen y lloran.
Ahora, a Chantal solo le queda cuidar de su hermana en el eterno mundo de hadas que crea para ella mientras cuenta los pasos de una bestia descomunal que amenaza con llevársela.