Demonizado y elogiado, el Fondo Monetario Internacional es, desde hace ochenta años, uno de los principales protagonistas del sistema financiero. Como prestamista de última instancia, siempre se recurre a este organismo cuando los países atraviesan inestabilidad económica y crisis recurrentes que afectan sus recursos. Sus préstamos son una suerte de salvataje extremo. Las condicionalidades y los ajustes que impone a los países son parte de sus prácticas habituales, como también muchas de sus exigencias que llegaron al extremo en 1992 cuando hubo que acceder a la privatización de todas las empresas públicas y del sistema jubilatorio, y la modificación laboral, además de muchos ajustes presupuestarios. Si bien se conocen algunas de sus modalidades, existe un total desconocimiento sobre la estructura normativa del FMI, la naturaleza de sus operaciones, las facultades de sus directivos y la total inmunidad que tiene la institución ante cualquier acción que pudiera deducirse contra ella. Las publicaciones sobre las organizaciones internacionales apenas lo mencionan, como tampoco exponen la naturaleza de los acuer