En sus libros anteriores ha narrado la experiencia de los refugiados españoles en lugares como Francia, Marruecos o Argelia, donde fueron acogidos con mayor o menor fortuna. Sin embargo, pocas veces se ha hablado de quienes encontraron refugio en el Peñón de Gibraltar desde la madrugada del 18 de julio de 1936. Algunos permanecieron allí durante los casi tres años que duró la Guerra Civil; otros partieron hacia Andalucía para unirse al ejército republicano. Aquellos que se quedaron en Gibraltar fueron acogidos por familias que les ofrecieron techo y trabajo. Es el caso de Julio, quien, antes de finalizar la contienda, logró salir del Peñón gracias a Samuel, un hombre que arriesgó su vida y su estabilidad para ayudarlo a llegar al Reino Unido. Julio partió hacia lo desconocido, dejando atrás a su mujer y sus dos hijos en Ceuta, sin saber si volverían a saber de él, ni si estaba vivo, prisionero en un campo de concentración o fusilado en una saca.