Nuestra memoria es capaz de retener los hechos m s significativos, de forma que nos ser¡a muy f cil escribir una peque¤a o gran biograf¡a de nuestras aventuras. Pero hay una ‚poca a la que no podemos acceder si no es por los relatos de nuestros padres. Olvidamos nuestras sensaciones y no tenemos memoria ni de c¢mo nacimos, ni de c¢mo pens bamos, ni de c¢mo se desarrollaron nuestros primeros d¡as en este mundo. Por ello, observando el d¡a a d¡a de ese regalo de la naturaleza que son los hijos y los nietos, me decid¡ a guardar en mi memoria los momentos y cada uno de los gestos que nos regalaba mi sobrina nieta. Al comprobar las fotos de mis hijos con los de la peque¤a protagonista de esta historia me di cuenta de la similitud, y me decid¡ a escribir esta historia, en la casi seguridad de que es la historia de la mayor¡a de los miles de ni¤os que todos los a¤os nacen en nuestro pa¡s, con la esperanza de transmitir a sus padres esas peque¤as se¤ales que nos env¡an los cr¡os y que, habitualmente, traducimos bastante tarde, as¡ como para que sirva de recuerdo de ese primer a¤o de nuestras vidas al que ni nosotros