La obra explora la noción de una Ilustración europea como un solo movimiento cultural e intelectual altamente integrado, que en su mayor parte se preocupó no sólo por los mismos "problemas intelectuales", sino con frecuencia por los mismos libros y percepciones en todas partes, desde Portugal hasta Rusia y desde Irlanda hasta Sicilia. La obra demuestra que la Ilustración radical, lejos ser un suceso periférico, constituye una parte vital e integral del fenómeno más amplio y tuvo mayor cohesión internacionalmente que la tendencia dominante de la Ilustración.