La lectura de Jardín cerrado, es algo así como entrar a un sitio misterioso e indefinido donde dialogan una guerra de miradas, voces húmedas, sueños y olvido, lluvia, música y silencio, todo flotando en medio de la presencia de lo ausente. Los versos se manifiestan a través de razonamientos sobre la soledad vivida en un espacio donde converge la no existencia del resto del mundo o, como lo llamó la autora, un Jardín cerrado.