LA ASOMBROSA CONQUISTA DE LA ISLA BALLENA

LA ASOMBROSA CONQUISTA DE LA ISLA BALLENA. AUTOR DE FERROLTERRA Y CREADOR DE ESCANDOI

Editorial:
EURISACES
Año de edición:
ISBN:
978-84-940638-2-4
Páginas:
128
Encuadernación:
Rústica
Disponibilidad:
En stock

16,50 €
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Entrevista a Ramón Loureiro, Autor de LA ASOMBROSA CONQUISTA DE LA ISLA BALLENA

Una de las más firmes realidades que existen es la verdad poética.


Mi particular universo de ficción es ya por completo autónomo.

Hechos en buena parte de memoria, de lo vivido y de lo soñado, los habitantes de este reino
y de estas páginas somos hijos de las nieblas del pasado.

ISLA BALLENA (Cap. XXV)


Una de las virtudes de La asombrosa conquista de la Isla Ballena, al igual que en sus novelas anteriores, es la perfección formal. ¿Cómo ha sido el proceso de gestación de esta obra?

Tras haber publicado Las galeras de Normandía y León de Bretaña, sentía la necesidad (bueno, no sé si necesidad es la palabra…) de escribir un libro diferente. Un libro en el que estuviese más presente el humor y que no girase alrededor de las voces de mis muertos. En ese sentido, La asombrosa conquista de la Isla Ballena es, cuando menos en cierta medida, consecuencia directa de los libros de los que antes hablaba. Pero la obra que ahora publica Eurisaces es una novela que aun formando parte del mismo macrotexto que todos mis libros de ficción, existe de manera por completo autónoma, sin adscribirse a ciclo alguno en el marco de mi producción literaria.

¿De qué se ha alimentado entonces?

Yo escribo muy poco, muy lentamente, y corrijo hasta la extenuación. Este nuevo libro, aun siendo en efecto una obra narrativa, quise que estuviese alimentado internamente, también, por la poesía. Porque una de las más firmes realidades que existen, a mi entender, es la verdad poética. Y creo que el resultado no es del todo malo.

Hondura filosófica, existencialismo, memoria y narración equilibradas, estilo brillante… ¿Cuál es para Usted la característica principal de La asombrosa conquista de la Isla Ballena?

¡Pues no sé muy bien qué responder a eso…! Realmente, me falta distancia para hablar de mis propios libros. Aunque, aun a riesgo de caer una vez más en la pedantería, lo que sí puedo decir es que ahora estoy convencido de que mi particular universo de ficción, el que tiene su epicentro en la Tierra de Escandoi, y su principal escenario tanto en la Última de Todas las Bretañas como en el Reverso de esa misma Bretaña, que es el que habitan los muertos, ya es por completo autónomo, y existe y va creciendo por sí mismo sin precisar ahora ya, siquiera, de su creador.





Última Bretaña
La Tierra de Escandoi, tan generosa siempre
Ramón Loureiro

Hay que reconocerlo: casi todos los escritores nos dejamos llevar a veces por la tentación de creer que nuestro amor por la literatura nació cuando, siendo aún muy niños, cayó por primera vez en nuestras manos un ejemplar de alguno de esos libros que después nos acompañarían siempre. Un Quijote, por ejemplo. Pero eso no es cierto. Porque lo más probable es que el Quijote que tanto nos gustaba entonces no fuese el más fiel a su autor, sino una edición infantil, ilustrada con dibujos muy vivos y pensada para hacer felices, que no es poca cosa, a los más pequeños. Y seguramente, cuando por aquellos mismos días abrimos, poco menos que por azar, el verdadero libro de Cervantes, lo cerramos casi de inmediato, entristecidos, al ver cómo se llevaban al Ingenioso Hidalgo, metido en una jaula, de vuelta a su aldea y, por lo tanto, a la realidad. No, no es del doloroso encuentro con el verdadero rostro de la condición humana de donde procede nuestro amor por la literatura, sino de mucho más cerca: de la Tierra Madre, donde uno nació y creció escuchando a los grandes contadores de historias que jamás escribieron un libro, pero que mantuvieron vivos a través de los siglos los maravillosos relatos que alimentaban el calor sagrado del hogar, haciendo que hasta se volviese más alegre, en la cocina, el «animal llamado fuego». Yo me acuerdo mucho hoy de Meu Padriño Cándido, que había estado en Nueva York dos veces; de Madriña a Vella, que sabía por dónde peregrinaban a San Andrés de Teixido las ánimas en diversas figuras; de Meu Padriño Ramón, que había dormido bajo la nieve; de Miña Madriña Carmen, que me contó de dónde venían el viento y la niebla; y de Miña Mai, por supuesto. Me acuerdo mucho de todos ellos, que ahora habitan lo que nosotros llamamos muerte. Desde aquí les doy las gracias. Como se las doy, emocionado, a ustedes: en especial a los del Sillobre en el que nací, a los del Perlío en el que vi por primera vez una imprenta, a los del Magalofes de mis abuelos paternos, a los del San Valentín en el que viví parte de mi infancia, a los del Limodre del misterioso castro, a los del Maniños de los mil árboles distintos y a los de ese Barallobre que está cerca del mar y del cielo al mismo tiempo. Gracias por habitar mis libros y por su afecto. ¡Gracias por ser la Tierra de Escandoi y por su generosidad inmensa...!

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