El 15 de julio de 1874 y después de tres días de un duro asedio, y gracias
a una traición, las tropas carlistas entran en la pequeña ciudad
amurallada de Cuenca.
Le suceden cuatro días de terror, donde todo vale para los invasores,
el asesinato y la violación se convierte en diversión para las tropas
carlistas, donde una población no superior a los trece mil habitantes
se ve agredida salvajemente por un ejército de más de quince mil
carlistas sedientos de venganza. Y todo ello, alentado por el Infante
don Alfonso, que comanda las tropas insurgentes, y por su esposa, la
llamada por las tropas carlistas doña Blanca.
La pequeña ciudad de Cuenca se convierte en la ciudad tres veces
violada.
La primera por el ejército carlista.
La segunda por unos medios de comunicación nacionales y locales que
callan lo ocurrido, pese a su repercusión a nivel internacional.
La tercera, por un gobierno y un ejército que no los auxilia y, por tanto,
no impide el horror vivido por sus habitantes