Hay vikingos mutilados que se atornillan a una barra de bar. Hay gorilas que no pueden consumar el amor que sienten por su cuidadora. Hay crisis de pareja que se catalizan en el entierro de un conejo, y aristócratas que pierden la cabeza –literalmente– en Los Alpes. Hay pájaros díscolos que blasfeman en asambleas clandestinas, también mariachis poco virtuosos. Hay poetas caraduras y politoxicómanos, y pelotas de tenis botando en el patio de una cárcel, y vaqueros desubicados que acumulan basura, y oníricos episodios alérgicos en plena ruta 61 del sur de los Estados Unidos.