Estas memorias de infancia que he titulado ?La niña de los
zapatos rotos?, no es una autobiografía, he querido ver
desde lo alto, aupada en el tiempo de una edad adulta, el
paisaje de mi niñez, que ya apenas existe, en una versión a
veces más poética que novelada.
Una parte de cada vida, por insignificante que parezca, se
convierte en estampas fragmentarias de un pasado que se
amontona sin orden en nuestra memoria, ese mundo interior
enciende su luz ante cualquier motivo que lo despierta de su
letargo.
He querido dar voz a la mudez en la que se desenvuelven
los años ya idos, mi visión y mi testimonio han encontrado
complicidad con el lenguaje para rememorar las secuencias
de una casa, una familia, un pueblo y la gente que lo habitó.
Mi primer pensamiento fue para mis hijos, cultivar despacio
la cosecha de mi memoria, ir añadiéndole capítulos para que
ellos algún día supieran más de su pueblo, sus gentes, de la
familia?y sin prisas fue emergiendo esa niña que siempre
tenía los zapatos r